En un mundo hiperactivo donde las funciones directivas no son la excepción, Gabriel Ginebra, experto en mejora organizacional y consultor empresarial, propone algo disruptivo: el buen liderazgo es pacífico, slow, y la función directiva incluye ante todo la gestión de sí mismo. Los directivos deben trabajar en su mejora personal, pues con ello mejorará su liderazgo y a sus equipos. Mediante cuestionarios, útiles referencias bibliográficas y anécdotas reveladoras –como la de la ejecutiva parisina que tomó un taxi para ir al gimnasio–, brinda herramientas que ayudan a la reflexión y propician el cambio.
Concibe un liderazgo diferente, con calma obtendrás resultados duraderos.
De un jefe se espera que sea estresado, apurado, inaccesible; con un liderazgo precipitado, que busca perfección y presiona ante dificultades. Hay otra forma de gestionar, y no es correr atolondrado a un gimnasio en París, en taxi, para relajarse media hora. De manera pacífica, sin altivez, se puede liderar con disponibilidad, ritmo sostenido, escala realizable, reacción pausada.
La cantidad (de dinero, títulos o bienes) no equivale a calidad ni plenitud. Entonces, considera poca cantidad y mucha intensidad, pues dirigir no significa correr sino tener un ritmo pausado: un liderazgo slow. Dedícate a solo una cosa; deja de hacer (reconoce qué es un lastre), para –al decir de Baltasar Gracián– no pasar del cumplimiento al cumplo-y-miento; haz menos, trabaja “lo peor posible” y minimiza lo innecesario; ten tiempo extra; formaliza lo importante. Pablo d’Ors sostiene que, con lentitud, lo pequeño y ordinario deviene grande, pues el alma se nutre de lo pausado.
Propicia “espacios Vermeer” para ti y el equipo, y dispara la productividad.
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Gabriel Ginebra es conferencista, profesor universitario, coach, consultor de empresas y autor de El japonés que estrelló el tren para ganar tiempo y Gestión de incompetentes, entre otros títulos.
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