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Meditaciones metafísicas
Libro

Meditaciones metafísicas

Con objeciones y respuestas

Paris, 1641 más...

Clásico de la literatura

  • Psicología
  • Edad moderna temprana

De qué se trata

Pienso, luego existo

¿Qué puede reconocer el hombre como verdadero? ¿Existe un Dios? ¿Es inmortal el alma? En Meditaciones, René Descartes aborda estas preguntas, probablemente las más centrales de la filosofía. Y tampoco le faltan las respuestas, todas ellas basadas en la famosa proposición “Pienso, luego existo”. Lo que es claro y evidente y no puede dudarse debe ser cierto. Descartes aplica este método de razonamiento matemático a la elaboración del conocimiento filosófico. El espíritu humano con sus cualidades y habilidades está en el centro de las consideraciones. Liberado de sensaciones engañosas, llega al conocimiento de su propia existencia. Este es solo un pequeño paso para probar la existencia de Dios. Con su lógica estrictamente racionalista, Descartes convirtió la duda en el instrumento del conocimiento y derrotó a la ciencia eclesiásticamente dominada de su época. Sin lugar a dudas, es un momento estelar de la filosofía.

Resumen

Meditación primera: De la necesidad de la duda

Debemos edificar nuestros pensamientos sobre una base nueva, ya que se basan en muchos errores. Muchas de nuestras certezas las hemos recibido a través de la mediación de nuestros sentidos. Pero básicamente, hay que desconfiar de ellos, porque a veces nos engañan. Una manera de liberarse de las influencias de los sentidos es la duda. Lo que en virtud del entendimiento se reconoce como indiscutiblemente verdadero es cierto. Las ciencias que tienen por objeto las cosas más simples ofrecen certezas indudables. En matemáticas, por ejemplo, es cierto que un cuadrado no tiene más de cuatro lados. Por el contrario, muchos otros juicios están sujetos a la salvedad del error y, por tanto, todo lo pensado hasta ahora puede ponerse en duda. En el camino hacia la certeza, la ficción es útil, todas las opiniones anteriores son erróneas o puras ilusiones. En efecto, se puede dudar de todo mientras esta lógica no conduzca a un conocimiento firme. Es concebible que un espíritu todopoderoso y malvado haga todo lo posible para engañar al hombre. Todas las cosas materiales serían entonces únicamente espejismos y la propia existencia solo un sueño...

Sobre el autor

René Descartes nació el 31 de marzo de 1596 en La Haya como descendiente de una familia noble. Después de asistir al famoso Colegio Real jesuita en La Flèche, a los 21 años, en 1617, ingresó en el ejército de la Liga Imperial bajo el mando del general Tilly. Pero su interés estaba, sobre todo, en las matemáticas. Cuando, en su calidad de aspirante a oficial, observó la trayectoria de un proyectil de artillería, descubrió la geometría analítica y tomó la decisión de construir una ciencia natural unificada sobre una base matemática. En 1621 Descartes renunció al servicio militar y viajó por Europa, siempre en busca de intercambios con otros científicos. En 1630 emigró a los Países Bajos, donde esperaba una mayor tolerancia para su investigación. Ahí se dedicó a cuestiones médicas y metafísicas. Sin embargo, intimidado por las acusaciones contra Galileo Galilei, no pudo decidirse a publicar su obra cosmológica El mundo. En 1637 publicó anónimamente su escrito Discurso del método para conducir bien la propia razón y buscar la verdad en las ciencias. En 1641 siguió la publicación de Meditaciones acerca de la filosofía primera, y luego, en 1644, los Los principios de la filosofía. Después de haber mantenido correspondencia durante varios años con la reina Cristina de Suecia, Descartes aceptó una invitación de la monarca para ir a Estocolmo. Allí murió de neumonía, el 11 de febrero de 1650.


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