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Nora o la casa de muñecas

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Nora o la casa de muñecas

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What's inside?

Evasión de la casa de muñecas, o “No more Mrs Nice Girl!”


Clásico de la literatura

  • Drama
  • Naturalismo

De qué se trata

¿Mujer o ser humano?

Ibsen ha negado que su objetivo con Nora o la casa de muñecas fuera un alegato para la “cuestión de las mujeres”. “Ni siquiera me queda claro si se trata en realidad de la cuestión de las mujeres”, afirmó cuando rechazó un homenaje de las feministas. Y sigue: “Para mí, expone también la cuestión de los seres humanos”. Consideraba el contenido feminista de su obra como un ameno producto secundario de su verdadera intención poética, “la descripción de los seres humanos”, como la llamó. En Nora, la protagonista, inicialmente irreflexiva, se da cuenta de que es una persona independiente y no un mero elemento decorativo del proyecto de vida de su insoportable marido. Aunque no estaba totalmente convencido de este cambio en la técnica narrativa, Ibsen satisfizo su ideal artístico con la descripción sumamente viva de Nora y, además, con intención o sin ella, escribió una obra política. Desde el punto de vista actual, el feminismo de Ibsen parece verdaderamente chauvinista. No obstante, corresponde al rudo noruego el mérito de haber fusionado ambas ideas, la cuestión de la mujer y la del ser humano, en una obra de arte imperecedera.

Ideas fundamentales

  • A finales del siglo XIX, con Nora, el dramaturgo noruego Henrik Ibsen tomó partido por la liberación de la mujer y escribió relatos.
  • Contenido: la ingenua Nora Helmer vive por completo para su esposo y sus hijos. El idilio comienza a tambalearse cuando la chantajean por una estupidez anterior, una firma falsificada. Nora intenta, sin éxito, mantener el asunto en secreto. Su esposo se entera y reacciona insensiblemente. Nora se da cuenta de que nunca lo ha amado y los deja a él y a los niños para madurar por su propia cuenta.
  • Nora fue considerada en muchos lugares como un ataque escandaloso a la moral y las buenas costumbres como fundamentos de la sociedad.
  • Ibsen había contado con esta indignación como un acto de promoción de ventas: de hecho, el libro se vendió espléndidamente.
  • Por su crítica social y su orientación a los problemas del presente, Nora debe clasificarse en la corriente del naturalismo.
  • Es característica de Ibsen su renuncia a los diálogos artificiales.
  • En lugar de poderes divinos o fatales, las limitaciones biológicas y sociales de Nora son las que determinan la necesidad de la acción.
  • A principios del siglo XIX, incluso en la progresista Noruega, para la mujer solo había el papel de esposa y madre, ya que no contaba con independencia legal.
  • Para eliminar la censura, Ibsen proporcionó un final alternativo menos escandaloso: Nora se queda con su esposo, por los niños.
  • Cita: “Debo intentar educarme a mí misma. Y tú no eres el hombre que pueda ayudarme. Debo intentarlo sola. Y, por eso, voy a dejarte”.

Resumen

Idilio conyugal

En casa del abogado Torvald Helmer están en plena marcha los preparativos de Navidad. Helmer regaña bromeando a su esposa Nora, que una vez más no pudo moderarse con la compra de regalos. Su nuevo puesto como director de un banco de acciones apenas empieza en enero, por lo que, hasta entonces, tiene que seguir siendo ahorrativo. Pero le encanta la ingenuidad de Nora: aunque ha sido madre tres veces, su esposa tiene alma de niña. Ella es su “pequeña y dulce alondra”, su “ardilla”. Ambos se alegran por el año nuevo y la seguridad financiera que acompaña al nuevo trabajo. Helmer le asegura a Nora, además, que en el futuro ya no tendrá que hacer tanto trabajo en la casa. Entonces llega una visita, la sirvienta hace pasar a la señora Linde. Resulta ser Kristine, una vieja amiga de juventud de Nora. Ambas tenían casi diez años sin verse. Kristine se había casado y mudado. Ahora es viuda y quiere volver a echar raíces en la ciudad. Las amigas se cuentan mutuamente sus vidas. La felicidad familiar de Nora contrasta fuertemente con la suerte más bien triste de la señora Linde.

Sombras del pasado

Sin embargo, la señora Linde comparte la felicidad de Nora. Aunque no deja de sorprenderla un poco que Nora no haya madurado. Eso no le sienta bien a Nora. ¡Pero si ella ha cambiado! ¡Kristine no es la única que ha pasado por momentos difíciles! Ella también ha sufrido; después de su boda, Helmer enfermó gravemente. Pero no había dinero para un tratamiento en Italia. Por suerte, el padre de Nora ayudó. En ese entonces, él estaba muriendo. Pero, como Nora tenía que cuidar a Helmer y además estaba embarazada, no tuvo tiempo para despedirse de él, lo que fue muy triste. Al menos, Helmer se recuperó en Italia. Ahora Kristine relata cómo tuvo que hacerse cargo de su madre postrada en cama y de sus dos hermanitos y cómo un matrimonio de conveniencia la vino a salvar de la peor necesidad; cómo luchó para mantenerse a flote después de la muerte de su esposo; cómo finalmente decidió regresar a la ciudad para probar suerte. Nora le promete que su marido le dará trabajo. ¿Tal vez un trabajo que salga en el banco? Kristine le agradece. Sin embargo, en sus palabras se desliza una ligera condescendencia. No toma en serio a Nora en lo que se refiere a la experiencia de la vida. Ella, a su vez, se siente impulsada a revelarle un secreto a su amiga como prueba de su habilidad para manejar el destino: el dinero para el viaje a Italia no provino de su padre; más bien, ella obtuvo la suma de otra manera. Kristine le pregunta si obtuvo el dinero de un admirador. Aunque las mujeres por ley no son sujeto de crédito, ¿lo había conseguido prestado de alguna manera? Nora no quiere revelarlo. Una cosa es clara: su esposo no debe enterarse del asunto en ningún caso. La deuda ya está casi pagada; ha ido sacando los pagos del dinero para los gastos de la casa y también trabajando como mecanógrafa.

Un contemporáneo desagradable

Llega otra visita, el abogado Krogstad, un empleado menor del banco. Quiere ver a Helmer. Visiblemente asustada, Nora le pregunta sobre su petición. Krogstad tiene que hablar con Helmer de negocios. Nora lo envía al despacho de Helmer. Luego intercambia impresiones con Kristine, que conoce al abogado de antes. También ha escuchado el rumor de que él “hace todo tipo de trabajos”. Entonces se une a las mujeres el doctor Rank, un amigo de la casa de Helmer, y las entretiene con su humor negro. Sin embargo, habla de Krogstad con mucha seriedad. Está “podrido hasta los huesos”. Finalmente, también llega Helmer. Krogstad acaba de marcharse. Nora presenta a Kristine con su esposo y le cuenta la situación de su amiga. De hecho, le promete un trabajo en el banco.

La extorsión sigue al engaño

Anne-Marie, la nana anciana que fue nodriza de Nora, trae a los niños. Nora se divierte con sus hijos en la sala. De repente, Krogstad regresa. Quiere hablar con Nora en privado. Envía a los niños al lado y lo interroga sobre su petición. Krogstad teme que Kristine Linde le quite su trabajo. ¿No podría Nora abogar por él con su esposo? Nora se ofende por el tono de Krogstad, no quiere que un futuro subordinado de su esposo le pida tal cosa. Krogstad habla más claro. De hecho, él es quien le prestó el dinero a Nora en aquel entonces. Ahora, ella está en sus manos. Aunque la deuda está prácticamente saldada, incluso si Nora se resignara a que Helmer se enterara de todo, Krogstad todavía tendría un as bajo la manga: el pagaré. El padre de Nora lo firmó, pero extrañamente lo hizo tres días después de su muerte, si se debe confiar en la fecha escrita en el pagaré. Ante esta discrepancia, Nora confiesa con franqueza que falsificó la firma. Es evidente que no está consciente de la dimensión legal de su acto. ¿Acaso no actuó con las mejores intenciones? Krogstad intenta darle un escarmiento con su propio ejemplo: una vez él también hizo algo similar y arruinó su vida. Krogstad, cuanto más se enoja, más quiere defender su trabajo en el banco. Y si Nora no utiliza su influencia e impide que sea despedido, entonces…

El idilio comienza a tambalearse

Solo después de que Krogstad se marchó, sus amenazas empezaron a mostrar sus efectos. Nora intenta desesperadamente reprimir sus incipientes temores y se refugia en la alegría de una Navidad idílica. Cuando Helmer regresa, pregunta por Krogstad; acaba de verlo salir. Nora hace como si no supiera nada, pero finalmente debe admitir que Krogstad estaba con ella y le pidió que interviniera por él. Paternalmente, Helmer le reprocha el engaño a su “pajarito cantor”. A petición de Nora, le dice lo que pasó exactamente con Krogstad: falsificó firmas, tomó el mal camino e incurrió cada vez en más mentiras y fullerías. Esa falsedad, sigue Helmer, envenena toda la vida de un hombre e infecta incluso las almas de sus amigos y familiares, sobre todo a los niños. Totalmente horrorizada, Nora comprende su propia situación en la descripción de Helmer.

“Ya te hablé del viaje a Italia. Torvald no habría sobrevivido si no hubiéramos ido allí’. / ‘Sí, bueno, pero tu padre les dio el dinero’. / ‘Sí, eso es lo que Torvald y todos los demás creen, pero…’ / ‘¿Pero?’ / ‘Papá no nos dio un céntimo. Yo conseguí el dinero’””.

Ha pasado la Nochebuena. Nora ya está ocupada con los preparativos de la siguiente fiesta, un baile de máscaras en casa de conocidos. Pero toda su ligereza se ha perdido. Se esfuerza obstinadamente en estar de buen humor, mientras reproduce mentalmente la despedida de sus hijos y de toda su existencia. Está retocando su disfraz que, a petición de Helmer, es de pescadora napolitana, cuando llega Kristine, quien pregunta por el doctor Rank. Nora le cuenta que el doctor tiene una afección de la médula espinal que había heredado de su padre promiscuo.

“Por Dios, señor Krogstad, no está en mi mano poder ayudarlo’. / ‘Porque no quiere, pero tengo medios para obligarla’. / ‘¿Quiere contarle a mi marido que le debo dinero?’ / ‘Mmm, ¿y si lo hiciera ahora”?

Kristine expresa una sospecha: ¿Acaso el doctor Rank es el misterioso admirador al que Nora le pidió prestado el dinero? Aunque Nora puede disipar el malentendido, Kristine siente que está ocultando algo importante. Pero entonces Helmer llega a casa e interrumpe la confesión de Nora. Ella le pide a su amiga que vaya al cuarto de al lado.

“¿No debería tener una hija el derecho de ahorrarle a su anciano padre moribundo angustias y penas? ¿No debería tener una esposa el derecho de salvar la vida de su esposo? Es posible que no conozca bien la ley, pero estoy segura de que en alguna parte debe estar establecido que eso está permitido’””.

Recibe a Helmer con un informe sobre su disfraz. Después cambia la conversación y le pide a Helmer que no despida a Krogstad. Pero la decisión ya está tomada, y es irreversible: Kristine recibirá el puesto de Krogstad. Frente a los ojos de Nora, Helmer le entrega a la sirvienta la carta con el aviso de cesantía. Nora reacciona con pánico. Helmer intenta calmarla. Cree que su temor a una posible calumnia de Krogstad es infundada.

Una carta fatal

Entra el doctor Rank. Nora habla con él, pero este trae malas noticias: su enfermedad probablemente le causará la muerte en poco tiempo. Quiere morir solo y en secreto para proteger a su sensible amigo Helmer. Amargamente, se lamenta por la injusticia del destino que lo obliga a expiar los pecados de su padre. Luego le confiesa a Nora su amor. Ella se escandaliza, pero no pierde la oportunidad de pedirle un gran favor. No obstante, antes de que pueda abordar el asunto, entra la sirvienta y anuncia a un visitante.

“Mmm, es maravilloso estar de vuelta entre las cuatro paredes de nuestra propia casa solo contigo… irresistible y hermosa mujercita’ / ‘¡No me mires así, Torvald!’ / ‘¿No puedo mirar a mi tesoro más preciado? ¿Todo ese esplendor que es mío, solo mío, totalmente mío”?

Con un pretexto, Nora le pide al doctor que vaya al despacho con Helmer. Entonces, recibe al visitante: Krogstad, que le reprocha que no haya impedido que su marido lo despidiera. Sin embargo, dice, por el momento no quiere proceder legalmente. En cambio, le muestra una carta dirigida a Helmer en la que le revela todo el asunto.

“¡Ay!, no sabes lo que es el corazón de un hombre auténtico, Nora. Es algo tan increíblemente dulce y satisfactorio para un hombre saber, en lo más profundo de su corazón, que ha perdonado a su esposa, que la ha perdonado sinceramente de todo corazón. Al hacerlo, ella se convirtió, por así decirlo, en su propiedad en dos sentidos, en cierto modo él la puso de nuevo en el mundo, así que, de alguna manera, se ha convertido en su esposa y su hija al mismo tiempo’””.

Según la exigencia adjunta, Helmer debe reinstalarlo con mejores condiciones. Nora está consternada. A la salida, Krogstad arroja la carta en el buzón. La llave la tiene Helmer. Kristine regresa a la sala. Nora le confiesa todo. La amiga está horrorizada. Quiere hablar con Krogstad para inducirlo a que le pida a Helmer que le devuelva la carta sin abrir. Cuando se marcha, Nora va a ver Helmer para pedirle que la ayude a ensayar la tarantela, una danza que quiere presentar en el baile. Es necesario mantener alejado a su esposo del buzón a toda costa.

“Nora… ¿qué significa esto? Esa cara adusta…’ / ‘Siéntate. Esto durará mucho. Tengo mucho que hablar contigo. […]No, no me interrumpas. Tienes que oír lo que te digo. Este es un ajuste de cuentas, Torvald’””.

Kristine está sentada en la sala de los Helmer leyendo. Nora y Helmer están en el baile. Entra Krogstad. Kristine le ha pedido una entrevista. Krogstad la acusa de haberlo despedido fríamente para casarse con otro. Pero Kristine presenta el asunto de manera diferente: había actuado en contra de sus sentimientos porque tenía la necesidad de velar por su madre y sus hermanos. Ahora le da esperanzas para un segundo intento.

“¡Qué injusta e ingrata eres, Nora! ¿No has sido feliz aquí?’ / ‘No, nunca lo he sido. Creí que lo era, pero nunca lo fui’. / ‘¡No… no has sido feliz!’ / ‘No, solo estaba alegre. Y tú siempre fuiste tan amable conmigo. Pero nuestra casa solo era una casa de muñecas. Yo aquí era tu muñeca grande, como fui la muñeca niña en casa de papá’””.

Krogstad no puede creer en su suerte. Promete ser una mejor persona. Hablan de la carta de extorsión. Krogstad ofrece pedir que la devuelvan sin abrir, pero Kristine no quiere oír nada al respecto. Las cosas simplemente deben salir a la luz, es lo mejor para todos. Ahora los Helmer regresan del baile. Krogstad pone pies en polvorosa.

El escándalo

Al marcharse, Kristine le susurra a Nora que debe poner las cartas sobre la mesa con Helmer, ya que de cualquier manera la carta revelará todo. Los cónyuges se quedan solos. Helmer quiere irse a la cama con su esposa, pero ella lo rechaza. Helmer no puede aceptarlo. Ve a Nora como su propiedad. Entonces aparece el doctor Rank, lo que da por terminadas las proposiciones de Helmer. Pero el doctor, que estaba borracho, solo se queda por poco tiempo, le pide un cigarro a Helmer y desaparece otra vez. Ahora Helmer trae la carta y entra en la recámara para leerla. Nora se atormenta con pensamientos suicidas. La reacción de Helmer es drástica: se siente infamemente engañado, privado de sus perspectivas de carrera y piensa que su vida fue profanada. Reniega radicalmente de Nora. Sin embargo, quiere mantener el matrimonio, aunque solo sea en apariencia. También le quitará sus hijos a Nora. Tocan a la puerta. Entregan otra carta; es de Krogstad. Su contenido alegra a Helmer. Es el pagaré incriminatorio, junto con unas líneas de arrepentimiento. Todo parece estar bien otra vez.

La casa de muñecas resulta ser un castillo de naipes

Helmer se alegra por el giro afortunado. Habla con Nora exaltado, asegura que le perdona todo. Pero, de repente, Nora está totalmente cambiada. Con la mirada fija, soporta las aseveraciones de Helmer, se quita el disfraz, se pone su ropa de diario, se dirige a la mesa y le pide a Helmer que se siente frente a ella. Tiene que darle una explicación. Es un “ajuste de cuentas” de su matrimonio que, como ahora se ha dado cuenta, siempre ha sido una farsa, un telón de fondo decorativo. Helmer tomó el lugar de su padre, que también consideraba a Nora como un mero juguete, una “muñequita”.

“Debo intentar educarme a mí misma. Y tú no eres el hombre que pueda ayudarme. Debo intentarlo sola. Y por eso, voy a dejarte’””.

Helmer se sorprende al principio, pero luego comprende que los reproches tienen razón de ser. Nora rechaza su petición de una segunda oportunidad. Quiere dejarlo a él y a los niños, y regresar a su “patria” para encontrarse a sí misma. Aquí Helmer deja de entender. En su opinión, Nora necesita guía y no tomar la vida por su cuenta. Pero Nora está decidida. Y finalmente, lo dice claramente: no vivirá más con Helmer. Le quedó claro cuando él no enfrentó las revelaciones. Por supuesto, Nora no lo hubiera permitido, estaba incluso dispuesta a suicidarse para impedirlo; hubiera sido la única reacción correcta. Nora explica que Helmer es un extraño y sella el carácter definitivo de la ruptura. Luego se va.

Acerca del texto

Estructura y estilo

Nora o la casa de muñecas se alinea formalmente con otros dos dramas en los que Ibsen trata los problemas sociales de su época: Las columnas de la sociedad (1877) y Espectros (1881). La búsqueda de la escasez de Ibsen es común a los tres. Si bien Las columnas de la sociedad todavía consta de cuatro actos, la acción en Nora, al igual que en Espectros, se redujo a tres actos. También hay cada vez menos personajes en escena: 19 en Las columnas de la sociedad, nueve en Nora y seis en Espectros. A pesar de que esta evolución era puramente personal e histórico-literaria, tenía poco valor como novedad.

Ibsten también renunció completamente a la innovación formal. Tampoco tocó la estructura dramática clásica con su división en tres, cuatro o máximo cinco actos, ni la unidad aristotélica de espacio y tiempo. Lo revolucionario radica más bien en la descripción de un medio social, junto con personajes y diálogos verosímiles, cuya naturalidad sin afectación parece tomada del lenguaje cotidiano. Especialmente viva es la caracterización que hace Ibsen de la protagonista, la ingenua Nora. Su carácter vivaracho e inconstante es evidente. Aun cuando su cambio radical puede parecer un poco exagerado, es magistral la manera en que Ibsen utiliza el diálogo para avanzar en la trama, o bien la manera en la que relata la parte de la acción situada en el pasado sin interrumpir el flujo narrativo.

Planteamientos de interpretación

  • Con Nora o la casa de muñecas, Ibsen critica agudamente el reparto social de papeles de su época, que solo prevé para las mujeres la tarea de esposa obediente y madre.
  • La obra habla de la inclusión de los seres humanos en las presiones económicas, sociales y biológicas, de las que nunca pueden escapar del todo. Esta idea de predestinación reemplaza, en la obra de Ibsen, el concepto de destino o mandato divino, en el que se basaban especialmente los dramas de la Antigüedad.
  • Nora –con su escape del corsé que le imponen las obligaciones familiares– puede considerarse como un manifiesto de la liberación, como una postura para la lucha individual contra las demandas de la sociedad. El propio Ibsen basó su vida en una estricta filosofía individualista.
  • Con su planteamiento en Nora para hacer de los problemas sociales un tema literario, Ibsen creó una de las primeras obras del naturalismo, una corriente literaria cuya máxima era la representación sin matices de la realidad social.
  • Las lecturas psicoanalíticas de la obra certifican que tanto Nora Helmer como su esposo tienen una personalidad problemática y enfermizamente egocéntrica. Su matrimonio tiene características de la llamada colusión narcisista, una interacción en la que dos narcisistas, uno de los cuales, con su excesiva autoestima, ofrece al otro, un socio de personalidad débil, un plano de proyección para sus deseos de importancia.

Antecedentes históricos

Los derechos de la mujer en la Noruega del siglo XIX

Tres fuerzas conformaban en el siglo XIX los fundamentos de la Europa moderna: el progreso técnico-científico, la emancipación de la burguesía y la idea de nación. También Noruega participaba en el desarrollo general: la agricultura perdió, los estados ganaron en importancia; las industrias pesquera e industrial trajeron auge económico; las innovaciones técnicas como el telégrafo a partir de 1853 y el ferrocarril a partir de 1854 aumentaron la movilidad y la calidad de vida de la población. La constitución noruega de 1814 fue una de las más liberales de su época, e incluso, en lo que se refería a la posición de la mujer en la sociedad, Noruega fue una de las primeras naciones en realizar mejoras. Al principio, se trató principalmente de mujeres solteras, cuya situación se volvió insostenible. Básicamente, la ley trataba a las mujeres como menores de edad. Si estaban casadas, la privacidad de sus derechos, según la convención vigente, no representaba un gran problema; ya tenían el futuro asegurado. Así como antes habían estado subordinadas a su padre, ahora la responsabilidad la asumía el marido. Pero ¿cómo se sostendría el gran número de mujeres solteras? Alrededor de mediados del siglo XIX, las activistas por los derechos de la mujer, como la escritora noruega Camilla Collet, llevaron el problema al centro de atención con éxito: en 1839, al menos las mujeres mayores o enfermizas tenían derecho de ejercer un oficio. En 1845, se introdujo el estatus de mayoría de edad para mujeres solteras mayores de 25 años. En 1865, este límite de edad se redujo a 21 años. Ahora, los líderes culturales noruegos también se unieron al movimiento de reforma. Escritores como Henrik Ibsen y Bjørnstjerne Bjørnson siguieron el llamado del periodista danés Georg Brandes y convirtieron su arte en vehículo del progreso social.

Origen

Ibsen tuvo la idea para Nora a principios de 1878. Influido por su amistad con Camilla Colett, llevaba mucho tiempo preocupado por el tema de los derechos de la mujer. Tanto en La unión de los jóvenes (1869) como en Las columnas de la sociedad (1877) utilizó motivos feministas. En privado, era más bien conservador: en lo que se refería a las mujeres cercanas a él, no quería oír nada sobre emancipación. Pero artísticamente estaba ansioso por profundizar en el tema. El motivo para ello se lo proporcionó otra conocida: en 1870 conoció a la talentosa escritora Laura Smith Petersen (más tarde Laura Kieler), cuyo destino ulterior le proporcionó el modelo para el personaje de Nora.

En 1876, Víctor, el marido de Laura, enfermó de tuberculosis. Para financiar el viaje que le salvó la vida, Laura contrajo secretamente deudas. Víctor se alivió, pero los esfuerzos de Laura por librarse de la deuda fueron infructuosos. En su desesperación, falsificó un cheque. Cuando se descubrió el asunto, su esposo se alejó y se llevó consigo a los niños; como consecuencia, Laura sufrió una crisis nerviosa y fue internada en una clínica. Ibsen no tuvo reparos para utilizar el material. El primer trabajo preparatorio data de octubre de 1878.

En septiembre, Ibsen se había mudado de Múnich a Roma. Ahí y en la ciudad costera de Amalfi –para mayor precisión, en el Hotel Luna, un antiguo monasterio–, elaboró la nueva obra en poco tiempo. Un primer borrador estuvo listo en agosto de 1879 y, en septiembre, Ibsen le envió la versión final a su editor, Frederik Hegel. Sobre la escandalosa temática de la obra, se prometió encontrar una buena salida.

Historia de la influencia de la obra

Ibsen había calculado correctamente. Su ataque al ideal familiar tradicional provocó encendidas protestas y, al mismo tiempo, espléndidas cifras de ventas. La primera edición, de 8.000 ejemplares, se agotó en un mes; la segunda apenas duró un poco más en los estantes. Ya en marzo de 1880, fue necesaria una tercera edición. Previendo que el final radical de Ibsen sería considerado ofensivo en los escenarios alemanes, le sugirió al autor que propusiera preventivamente un “final feliz”. Ibsen siguió el consejo. En la versión mitigada, Nora se queda con Helmer por los niños. Sin embargo, la mayoría de los escenarios optaron, finalmente, por la versión original. De todos modos, los revisores se centraron menos en el mensaje moral de la obra que en sus debilidades artesanales. La principal crítica fue la falta de verosimilitud: a muchos críticos les parecía demasiado improbable la brecha entre la dócil e ingenua Nora de los dos primeros actos y la feminista independiente y reflexiva del final del tercer acto. De cualquier manera, el éxito de la obra, con algunas variaciones debidas a acontecimientos históricos, continúa hasta nuestros días. En 1911 se realizó una primera adaptación cinematográfica, a la que le siguieron más de 20 versiones de televisión o cine. El contenido feminista y de crítica social de la obra ya no posee hoy, al menos en la cultura occidental, la fuerza explosiva original, pero el tema de la heteronomía que Ibsen trata en la obra sí sigue vigente. Y en países con estructura social patriarcal, Nora no ha perdido un ápice de su actualidad.

Sobre el autor

Henrik Ibsen nació el 20 de marzo de 1828, como el mayor de cinco hermanos, en la ciudad noruega de Skien. Su padre era un próspero comerciante, pero, en 1835, se declaró en quiebra y la familia tuvo que dejar el lugar. En 1844, Henrik entró a trabajar como aprendiz de farmacia en la ciudad costera de Grimstad. Escribió poesía, así como la obra de teatro Catilina y se preparó autodidácticamente para presentar el bachillerato a fin de estudiar medicina. En 1850, Ibsen se trasladó a la capital, Christiania (hoy Oslo), entró en contacto con el movimiento obrero revolucionario y escribió sátiras. Se publicó Catilina y, en 1852, Ibsen se convirtió en el autor de la casa y director del Teatro Noruego en Bergen.En 1856 se estrenó su obra romántica nacional La fiesta en Solhaug (Gildet paa Solhaug). Un año después, Ibsen se trasladó al Teatro Noruego de Christiania. En 1858 se casó con Suzannah Thoresen y al año siguiente nació su hijo Sigurd. Ibsen se comprometió con el idioma y la cultura noruegas, pero tuvo poco éxito; el teatro quebró y él sufrió problemas económicos. Ibsen se alejó del romanticismo nacional, buscó suerte en el extranjero y se trasladó con su familia a Roma en 1864. El drama Peer Gynt de 1867 es un análisis crítico de las ideas románticas nacionales y se estrenó en 1876, con música de Edvard Grieg, en el Teatro Christiania. En 1868, Ibsen se mudó con su familia a Dresde. En 1874 visitó durante unas semanas su país natal, donde fue recibido con entusiasmo. La familia se mudó a Múnich y, después, otra vez a Roma. En 1879, terminó su obra de teatro Nora o la casa de muñecas (Et Dukkehjem), que fue considerada como un guion para la lucha por la emancipación de la mujer. Dos años más tarde, le siguió Espectros (Gengangere) la cual, debido a su tema provocador, no se representó de inmediato en Europa. En 1891, Ibsen regresó a Noruega. Murió el 23 de mayo de 1906 en Christiania después de una serie de ataques de apoplejía. Recibió un funeral de Estado.


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