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La Divina Comedia

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La Divina Comedia

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El mayor viaje (de lectura) posible: Dante lleva al lector a través del Infierno para subir la empinada montaña del Purgatorio directamente hasta el Paraíso.


Clásico de la literatura

  • Épica
  • Edad media

De qué se trata

Paraíso e Infierno

La divina comedia es la obra italiana más famosa de la literatura mundial. El poeta medieval Dante Alighieri lleva al lector de esta, su obra principal, por un viaje de aventuras de un tipo particular: al lado del poeta romano Virgilio, Dante atraviesa, como protagonista de su propio poema épico, las puertas del Infierno y viaja a través de sus profundidades en forma de embudo hasta donde se encuentra Lucifer en persona. Después, sube la montaña del Purgatorio hasta llegar, finalmente, a través de las esferas del Paraíso, hasta la gloria de Dios. Durante su viaje, Dante se encuentra con 600 almas de la mitología, la poesía y la historia que, según sus actos, purgan espeluznantes castigos y horribles torturas en el Infierno o bien deben entrar en el Paraíso. La obra, compuesta por exactamente 100 cantos, lleva al lector por un absurdo remolino de sofisticado simbolismo que puede presentar con una fuerza lingüística extraordinaria, aun cuando la construcción siempre igual de los episodios resulta, en ocasiones, algo cansada para el lector contemporáneo. Dante escribió La divina comedia en italiano, en lugar de en latín y, con ello, contribuyó al surgimiento del italiano como lengua escrita.

Ideas fundamentales

  • El viaje literario de Dante en 1320 desde el Infierno hasta el Paraíso marca el principio y, al mismo tiempo, el punto culminante de la literatura italiana.
  • El autor se convierte en el protagonista de su propia historia: Dante se deja guiar por el famoso poeta romano Virgilio a través del Inframundo.
  • Juntos recorren los nueve círculos del Infierno y los siete niveles del Purgatorio antes de que, finalmente, Dante atraviese las nueve esferas del Paraíso.
  • En su camino, Dante se encuentra con diversos contemporáneos, antiguos héroes y poetas, científicos, reyes y príncipes, todos los cuales cumplen sus castigos.
  • Después del Infierno, Dante llega a la montaña en forma de terrazas del Purgatorio. En la cima, se encuentra el Paraíso terrenal, del que fueron expulsados Adán y Eva.
  • En los siete niveles del Purgatorio, se encuentran las almas que, si bien cometieron pecados, a diferencia de las almas del Infierno, todavía se pueden salvar.
  • En el Paraíso, a Dante ya no lo guía Virgilio, sino Beatriz, su musa, que lo había fascinado desde que él tenía nueve años.
  • Las esferas del Paraíso celestial corresponden al concepto que se tenía del mundo en la Edad Media, con la Tierra en el centro del Universo.
  • En su obra principal, Dante escribe de acuerdo con la lengua popular italiana en lugar de en el latín habitual de las personas cultas.
  • En este poema épico, el autor combina la representación cristiana con narraciones y personajes de la poesía antigua.
  • La obra consta de exactamente 100 cantos que se estructuran en tres partes de 33 cantos cada una y una introducción.

Resumen

Un encuentro decisivo

Al principio de su relato, del cual es narrador y protagonista, el poeta Dante, de aproximadamente 35 años de edad, se encuentra en medio de la espesura de una selva oscura. Se perdió y es amenazado por animales salvajes que le cierran el camino de regreso. Entonces se le aparece un salvador insólito: Virgilio, el poeta romano apreciado por Dante. Este le ofrece llevarlo fuera del bosque por otro camino: a través del Infierno y la montaña del Purgatorio. Virgilio disipa los titubeos iniciales de Dante. Por la puerta del Infierno, ambos entran en el Inframundo que, como un embudo gigante en forma de espiral, llega hasta el centro de la Tierra. En el Vestíbulo del Infierno, Dante ve cómo personas miserables son atormentadas por avispas y mosquitos. Virgilio explica que se trata de personas cobardes a las que ni el Infierno ni el Paraíso han querido. En el Aqueronte, el río de los muertos, el barquero Caronte es el encargado de la travesía al primer círculo del Infierno.

Los primeros cinco círculos del Infierno

En el primer círculo del Infierno, ambos viajeros se encuentran a Homero, el poeta soberano, así como a Horacio, Ovidio y Lucano, quienes reciben amablemente a Virgilio y también incluyen a Dante en su compañía. Juntos caminan hasta una fortaleza en cuyos jardines se encuentran los grandes héroes de la Antigüedad: Eneas, Héctor, César, Electra, Pentesilea y Bruto. Frente a ellos, Dante ve a muchos maestros filósofos, como Platón, Sócrates y Demócrito. Como no tienen culpa, pero murieron sin bautizar, pueden quedarse aquí, en el Limbo, la periferia del Infierno.

“En medio del camino de nuestra vida / me encontraba en una selva oscura / porque la vía correcta perdido había””. (Infierno, Canto Primero)

La entrada al verdadero Infierno la obstruye Minos, un rey antiguo con forma de monstruo alado. Como maestro y juez del lugar, él sabe a qué lugar del Infierno enviar a los recién llegados. En el segundo círculo del Infierno, las parejas de amantes pecadoras son empujadas una y otra vez unas contra otras por un viento infernal. Entre los penitentes famosos se encuentran Cleopatra, la bella Helena, el héroe Aquiles y Tristán. En el tercer círculo del Infierno, el can de tres cabezas, Cerbero, les gruñe a los golosos y comelones. Las almas torturadas tienen que defenderse de los ataques de la bestia en medio de una lluvia fría y granizo. Plutón, el dios romano del Inframundo, custodia el cuarto círculo del Infierno; aquí expían sus pecados los avaros y los derrochadores. Como se odiaban mutuamente, tenían que arrojarse unos a otros enormes cantidades de piedras. En el camino hacia el quinto círculo del Infierno, los caminantes pasan por un pantano que apesta de manera atroz. En esta agua, llamadas Estigia, se destrozan con los dientes los que fueron irascibles durante su vida, mientras que, bajo las fangosas aguas, las almas hoscas burbujean su canción de descontento.

A través de la ciudad de Dite hasta el sexto círculo del Infierno

Cuando llegan a la otra orilla, varios diablos pequeños les cierran el paso a los viajeros a la ciudad de Dite, la entrada al Bajo Infierno. Solo con la ayuda de un ángel al que llamaron los viajeros, logran abrir la puerta. Apenas entran, Dante oye enseguida miserables lamentos y quejas. Aquí, en el sexto círculo del Infierno, los herejes yacen en sus ataúdes y soportan tormentos de fuego sin fin. En un breve descanso, Virgilio aprovecha la ocasión para explicarle a Dante la organización interna del Infierno.

“Dejad toda esperanza los que entráis””. (Infierno, Canto Tercero, Inscripción en la puerta del Infierno)

En los círculos del Infierno que han visto hasta ahora, estaban los pecadores de la desmesura. Estos eran relativamente inofensivos comparados con los pecadores de la maldad, que con plena conciencia habían cometido sus culpas. A ellos les estaban reservados los tres círculos inferiores del Infierno.

“No queda huella de ellos en la tierra, / la justicia y la caridad los desdeña, / no hablemos de ellos, pasa y mira””. (Infierno, Canto Tercero, Virgilio sobre las “almas tibias”)

El Minotauro, un monstruo mitad hombre, mitad toro, custodia la entrada al séptimo círculo del Infierno. En un río de sangre ardiente, Dante conoce a las almas que durante su vida levantaron la mano contra otras personas. Según sus atrocidades, estos malhechores están sumergidos a distintas profundidades en este raudal sangriento. En la otra orilla del río de sangre, los viajeros encuentran maleza silvestre. Allí anidan las arpías (demonios con apariencia de aves), que se comen con gusto los arbustos. Cuando Dante troncha una rama, la planta empieza de inmediato a sangrar y a quejarse del trato. El arbusto le explica a Dante que él se suicidó en el bosque. Todos los que ejercen violencia contra sí mismos se convierten en ramas en esta parte del Infierno.

“Cerbero, cruel y deforme fiera, / ladraba, igual que un perro, con sus tres fauces / a la gente que ahí anduviera””. (Infierno, Canto Sexto)

En un precipicio en el que desemboca atronador uno de los ríos del Inframundo, Virgilio arroja una cuerda a la profundidad del abismo. Después, flotando con esta, viene hacia ellos una figura que causaría espanto a cualquiera: un dragón con cara de hombre, cuerpo de serpiente y cola de escorpión llamado Gerión, sobre cuyas espaldas ambos viajeros llegan al octavo círculo del Infierno.

Las fosas de los estafadores: el octavo círculo del Infierno

Esta parte del Infierno se compone de 10 fosas, que están dispuestas en torno al pozo del Infierno. Están reservadas para los fraudulentos. En la primera fosa, Dante y Virgilio ven a los proxenetas y seductores, que son torturados con un látigo por pequeños demonios. En la segunda fosa, un tremendo hedor sube hasta la nariz de los viajeros: aquí se revuelcan en estiércol los aduladores y las prostitutas. Los simoniacos, que practicaron un lucrativo negocio con objetos eclesiásticos importantes, están metidos de cabeza en pozuelos ardientes. Reciben el escarnio de Dante que se pronuncia en contra de la mezcla de la Iglesia y el Estado. En la cuarta fosa, caminan los falsos adivinos con los rostros vueltos hacia las espaldas. Sumergidos en una repugnante y hedionda pez, los portadores corruptos de cargos públicos son castigados en la quinta fosa. En la sexta fosa, los hipócritas, cubiertos con pesados mantos de plomo dorados por fuera, marchan sobre los fariseos crucificados, entre ellos, el sumo sacerdote Caifás, que exigió la muerte de Jesús. Los dos viajeros deben ascender penosamente para llegar a la séptima fosa, donde los ladrones son atormentados por serpientes. En la octava fosa, están envueltos en pequeñas llamas los alevosos y los consejeros fraudulentos. Entre ellos, está también el ingenioso Ulises. En la novena fosa, se encuentran los cismáticos. A ellos pertenece prominentemente Mahoma, cuyos intestinos cuelgan hacia afuera. En la décima fosa, finalmente, los falsificadores se retuercen con enfermedades que provocan repugnancia.

El encuentro con Lucifer y el regreso a la superficie

Virgilio y Dante llegan a la orilla del noveno y último círculo del Infierno. Allí, en el lago helado de Cocito, expían sus culpas los peores pecadores del Infierno: los traidores. El propio gigante Lucifer está atrapado en el hielo. Con sus tres bocas, despedaza a Judas, el traidor de Cristo y a los dos traidores de César, Bruto y Casio. Dante y Virgilio no se dejan atemorizar; trepan por el hirsuto pelo de Lucifer y luego suben por algunas hendiduras para finalmente llegar a la superficie de la Tierra.

“Nada temas, que nuestro viaje / no puede ser por nadie impedido, pues Él lo permitió” (Infierno, Canto Octavo)

Aquí es donde encuentran a Catón, el guardián del Purgatorio, que es la montaña que deben subir las almas que no están perdidas del todo. A petición de Virgilio, Catón les permite a ambos seguir en dirección a la montaña del Purgatorio.

En las alturas: en la montaña del Purgatorio

Al pie de la montaña del Purgatorio, los dos viajeros encuentran almas que permanecen aquí en espera: en vista de que solo en el momento de su muerte habían mostrado arrepentimiento, no los dejaron quedarse enseguida en la montaña. Dante y Virgilio encuentran al poeta político Sordello, que los guía hasta un valle donde esperan la redención los príncipes europeos que durante su vida no se interesaron en la salvación de su alma. Ahora entran por las puertas del Purgatorio propiamente dicho. Un ángel guardián procede a grabar en la frente de Dante siete P (del latín peccatum, pecado). Estas marcas de los siete pecados capitales deben irse borrando una tras otra a medida que Dante suba por la montaña del Purgatorio.

“A Dios, a sí mismo y al prójimo /se puede violentar, sea por él, sea por sus cosas / como aún puedes escuchar claramente de mí””. (Infierno, Canto Undécimo, Virgilio sobre las clasificaciones de los violentos)

El ángel abre la puerta con sus llaves; Dante y Virgilio, acompañados de cantos y música, atraviesan el umbral del primer aro de la montaña del Purgatorio. Aquí expían los vanidosos y los soberbios, que deben cargar enormes pesos de piedra. En el segundo aro, Dante y Virgilio encuentran a los envidiosos afectados por la ceguera y sentados en cuclillas en un triste agujero, donde voces invisibles les exigen caridad. El tercer aro está envuelto en una espesa niebla, donde los iracundos piden clemencia a todos los santos. En el cuarto aro, Virgilio aprovecha la oportunidad para explicarle a su acompañante sobre las siete gradas de la montaña del Purgatorio, mientras a su alrededor, pasan a toda prisa los que fueron perezosos durante su vida. Los avaros, amarrados al suelo, evocan los nombres de todos aquellos a los que dejaron en la pobreza. Después de una breve conversación con el espíritu de Hugo Capeto, el progenitor de la casa real francesa, Dante y Virgilio le dan la espalda al quinto aro. En el sexto, los viajeros encuentran hambrientos y demacrados a los que pecaron de gula, que aquí hacen penitencia por sus excesos.

“Del señor de aquel reino del dolor / medio pecho del hielo sobresale””. (Infierno, Canto Trigésimo Cuarto, sobre Lucifer)

Al llegar al séptimo aro, los viajeros ven a los voluptuosos que atraviesan una enorme pared de fuego mientras recitan ejemplos de castidad. Al igual que en todas las gradas hasta aquí, Dante se detiene a conversar con algunas de las almas. Más tarde, un ángel guardián les dice que deben atravesar el fuego. Algo titubeantes, Dante y Virgilio se arriesgan a dar también este paso.

El Paraíso Terrenal

Detrás de la pared de fuego, encuentran el jardín del Paraíso Terrenal. Aquí son testigos de la marcha triunfal de la Iglesia, una procesión que se sirve de algunas alegorías de los libros bíblicos de Ezequiel y Revelación: el carro del triunfo de la iglesia es arrastrado por un grifo, precedido por siete luminares, seguidos por los 24 ancianos del Apocalipsis. Alrededor del carro, bailan las tres virtudes teologales (caridad, esperanza y fe) y las cuatro virtudes cardinales (prudencia, coraje, justicia y templanza). Detrás del carro, marchan siete apóstoles. Cuando el carro se detiene junto al Árbol del Conocimiento, Dante reconoce a su amada Beatriz en una nube suspendida sobre él. Después de lavarse Dante en las aguas del río Leteo, está purificado y preparado para el siguiente tramo de su viaje: el ascenso al Paraíso.

Las nueve esferas del Paraíso Celestial

Virgilio, el guía de Dante, debe dejarlo: sus conocimientos no son suficientes para explicar las maravillas del Paraíso. La propia angelical Beatriz se mantiene al lado de Dante en su vuelo por las nueve esferas del Paraíso, durante el cual, con lenguaje escolástico sobre las relaciones de causalidad de la materia y el espíritu, ella le explica en detalle la influencia divina y material.

“¡A la montaña corran para purificar la mancha / que todavía la vista de Dios les oculta!” (Purgatorio, Canto Segundo, Cato a las almas retrasadas)

En la primera esfera –el cielo de la Luna– Dante y Beatriz conversan sobre el origen de las manchas de la Luna. Beatriz le explica a Dante que las manchas se deben a la potencia de Dios en el universo. En el cielo de la Luna, ve a las almas que no cumplieron sus votos. En el cielo de Mercurio, Dante encuentra el alma del emperador Justiniano, que le presenta una historia del Imperio Romano mediante cuadros simbólicos. Las almas del cielo de Mercurio son bienhechores que se encuentran rodeados de una luz melodiosa. En el cielo de Venus, gira la luz de los amantes. En la esfera del Sol, retozan como luces danzantes los grandes doctores de la Iglesia. Dos de ellos, el dominico Tomás de Aquino y el franciscano Buenaventura, le narran a Dante la vida de los fundadores de sus órdenes. Las almas de los mártires y guerreros por la fe forman una cruz radiante y melodiosa que proporciona luz a Dante y a Beatriz en el cielo de Marte. Los monarcas justos son asignados al cielo de Júpiter. Las almas luminosas y melodiosas forman aquí una cabeza de águila que insulta a los malos príncipes y elogia a los soberanos bondadosos. En el cielo de Saturno, Dante atisba la escalera de Jacob, que es de oro y llega hasta la esfera más alta del Paraíso. El fundador de la primera orden, Benito (o Benedicto) de Nursia está flotando ahí y le habla a Dante de la fundación de su claustro. Rápido como cometa, Dante sube al cielo estelar o de las estrellas fijas, desde el cual la Tierra le parece diminuta. Los apóstoles Pedro, Santiago y Juan lo examinan en las tres disciplinas: fe, esperanza y caridad. Como recompensa por sus buenas respuestas, Dante se encuentra con Adán, el primer hombre, y abandona ahora totalmente las esferas terrenales del Paraíso.

Unidad con Dios

En el cielo cristalino, o novena esfera, Dante ve, en la luz deslumbrante del empíreo, la esfera en la que se halla Dios. Beatriz le explica la jerarquía de los ángeles, que se mueven en grupo en torno a esa luz. Deploran la evolución errónea de la Iglesia, que ha tergiversado el mensaje del Evangelio y ofende con el tráfico de indulgencias. Finalmente, el propio poeta flota hacia arriba hasta el empíreo, donde ve la rosa celestial que está reservada para los bienaventurados. Como punto culminante de su viaje, ve a Dios: una luz brillante que revela el misterio de la Trinidad. Dante no es capaz de describir lo que ve, tan extasiado está por la visión, y asciende a ella como cegado por un rayo.

Acerca del texto

Estructura y estilo

La divina comedia es un poema de dimensión épica compuesto de acuerdo con las estrictas pautas de la poética. Llama la atención el uso frecuente de los números santos 3 y 10, que también aparecen en sus múltiplos 9 y 100. La obra completa consta de tres partes (Infierno, Purgatorio y Paraíso), cada una de las cuales incluye 33 diferentes cantos largos. Junto con un canto introductorio, suman 100 cantos. Los 14.233 versos en total están redactados en tercetos: se trata de tres versos de once sílabas, de los cuales siempre riman el primero y el tercero. El segundo verso rima nuevamente con los versos primero y tercero del siguiente terceto, y así sucesivamente.

El simbolismo numérico de las potencias de tres se extiende también al plano interno. Los ámbitos individuales del Más Allá, por ejemplo, están divididos en nueve niveles. Lucifer, que se encuentra en el círculo más bajo del Infierno, tiene tres cabezas, cuyas bocas destrozan a los tres grandes traidores de la humanidad. Los ejemplos del simbolismo numérico casi se pueden extender al gusto.

Planteamientos de interpretación

  • Influido por las teorías escolásticas, Dante intenta incorporar personajes del ciclo de leyendas paganas antiguas en la temática cristiana; por eso se encuentran, por ejemplo, los poetas Homero, Horacio y Ovidio en el primer círculo del Infierno, en ilustre asociación con héroes como Eneas y Héctor, así como con filósofos como Aristóteles, Sócrates y Platón.
  • Dante utiliza la figura de un narrador en primera persona; él mismo aparece como protagonista y se incorpora conscientemente en el círculo de los poetas antiguos.
  • Por la veneración que le profesa al poeta romano Virgilio, Dante lo elige como su guía: el creador de la Eneida, cuyo héroe también viaja por el Inframundo, funge como alegoría de la razón y la sabiduría al lado del autor, lo conduce por el Infierno y escala con él la montaña del Purgatorio.
  • A pesar de los sucesos fantásticos, Dante intenta crear los castigos del Infierno y el Purgatorio de acuerdo con un sistema judicial que funciona de manera realista. Este sistema de represalias adecuadas, descrito como contrapasso, proporciona a cada pecador el castigo apropiado.
  • En el ascenso al Paraíso de Dante, se pone de manifiesto la idea geocéntrica de la Edad Media: los planetas conocidos entonces y sus esferas se superponen a la Tierra como centro del Universo. Al mismo tiempo, el Sol es solo una estrella más entre muchas otras.
  • Dante asigna a la periferia del Infierno (Limbo) a todas aquellas personas que, aunque fueron buenas, murieron antes de la aparición de Cristo. La existencia del Limbo se ha discutido con vehemencia en la teología.

Antecedentes históricos

La filosofía escolástica y la visión ptolemaica del mundo

La divina comedia de Dante presupone un profundo conocimiento de la visión medieval del mundo por parte del lector. Esto se determinó, por un lado, mediante las teorías de la filosofía escolástica y, por el otro, mediante el sistema astronómico de Ptolomeo. Los escolásticos (derivado de la palabra latina para “escuela”) constituían la clase erudita de las escuelas monacales de la Edad Media entre los siglos XI y XV. Intentaban “rescatar”, dentro del cristianismo, los conocimientos de los filósofos antiguos: en lugar de proscribir el saber que era considerado como pagano, las ideas antiguas debían combinarse armónicamente con los dogmas del cristianismo. En sus métodos, los escolásticos confiaban sobre todo en Aristóteles, mientras que a los demás pensadores griegos los englobaban juntos. Entre los escolásticos más importantes estaban Alberto Magno y Tomás de Aquino.

Hasta el descubrimiento de Copérnico en el siglo XVI, el sistema astronómico del siglo II de Claudio Ptolomeo proporcionaba la visión normal del cosmos, a la cual se refirió Dante. La visión ptolemaica del mundo fijaba la Tierra en el centro del Universo. Los astros se movían en las esferas o anillos alrededor de la Tierra. Según este sistema, el Sol se encontraba en la cuarta órbita alejada de la Tierra. En la zona externa del Universo, se suponía un cielo de estrellas fijas, una esfera en la que se controlaba el ritmo del día y la noche, y el primo mobile: la esfera cuyo movimiento impulsaba a todos los demás niveles.

Origen

Dante escribió su obra principal probablemente entre 1307 y 1321. En esa época, estaba desterrado de su ciudad natal, Florencia, y vivió en Verona, la Toscana y Rávena, pero también en París para estudiar. Muy joven, Dante concibió el plan de escribir el poema épico en el lenguaje popular italiano. El título de la obra, que originalmente era solo La Comedia, parece ahora insólito, ya que el viaje del Infierno al Paraíso no corresponde precisamente a una comedia. No obstante, el nombre debe entenderse como un término genérico; según las reglas de la poesía de la época de Dante, una historia con un comienzo aterrador y un final feliz se describía como comedia.

El poeta italiano Giovanni Boccaccio escribió en 1360 una biografía de Dante y le dio a su obra principal el sobrenombre de “divina”. Posteriormente, un editor se refirió así a ella en una edición de 1555; de modo que, en lo sucesivo, la obra de Dante se conoció como “Divina comedia”.

Historia de la influencia de la obra

La divina comedia marca no solo el inicio de la gran literatura italiana, sino que también representa su punto culminante. Para los italianos, Dante es el poeta nacional por antonomasia. Después de su muerte, su ciudad natal, Florencia, pidió a Rávena la devolución de sus restos.

En realidad, no resulta fácil para el lector seguir la obra principal de Dante; incluso sus contemporáneos tenían que recurrir a extensos comentarios para comprender las alusiones políticas e históricas. Por desgracia, ya no existe ninguna de las notas originales escritas a mano por el autor, pero hay más de 450 copias. La más antigua se encontró en un códice florentino del año 1350. La primera impresión de la obra se remonta al año 1472. La descripción de Dante del Infierno y el Paraíso sirvió de inspiración a importantes artistas que adornaron con nuevas variantes las distintas ediciones. Entre los “pintores de Dante” se encuentran Sandro Botticelli, Miguel Ángel y, en siglos posteriores, el escultor inglés John Flaxman, el poeta y pintor también inglés William Blake, así como el grabador, pintor y escultor francés Gustave Doré. Incluso compositores como Rossini, Schumann y Franz Liszt musicalizaron fragmentos del poema.

Los alemanes clásicos tuvieron problemas con el escenario del Más Allá de Dante; Goethe y Schiller se mostraron más bien despectivos frente al “olor a moho del Infierno de Dante” (Goethe). El escritor y dramaturgo irlandés Samuel Becket dedicó un ensayo Infierno de Dante: Dante… Bruno. Vico… Joyce, de 1929, y un cuento: Dante y la langosta, de 1932.

Sobre el autor

Dante Alighieri nació en Florencia en 1265. Los padres de Dante, que pertenecían a la baja nobleza, murieron antes de que él cumpliera 20 años. Un encuentro de la infancia de Dante figura entre los recuerdos más importantes de la vida del poeta: a los nueve años conoció a Beatriz, una florentina más o menos de la misma edad que él, a la que Dante veneró toda su vida. Ella constituye el plano de proyección para su idea de una mujer celestial extasiada, especialmente porque murió a los 24 años. De esta manera, para el poeta, ella ya no es solo su musa, sino también una figura ideal que lo lleva al Paraíso en La divina comedia y ahí le explica el orden divino y a la que también le dedicó su obra La vida nueva (Vita nuova). De sus escritos, se deduce que Dante estaba informado a profundidad sobre la Edad Media. En 1295 participó en la batalla de Campaldino del lado de los güelfos (los así llamados fieles al papa) contra el partido contrario de los gibelinos (los partidarios del emperador). Posteriormente, ocupó altos cargos políticos en Florencia. Sin embargo, una discordia entre dos fracciones de los güelfos destruyó la carrera política posterior de Dante: los “negros” se encargaron de que Dante, que pertenecía a los “blancos”, fuera desterrado de la ciudad. En caso de que volviera a aparecer en Florencia, lo amenazaron con la muerte en la hoguera. En el exilio, Dante cambió sus convicciones políticas y se identificó con los ideales de los gibelinos. Al igual que ellos, anhelaba una Europa unida bajo la hegemonía de un emperador que acabara, de una vez por todas, con las contiendas entre los estados italianos. Con la muerte de Enrique VII, se desbarató este sueño político. Dante no regresó más a su ciudad natal Florencia y murió el 14 de septiembre de 1321 en Rávena.


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