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Oráculo manual y arte de prudencia

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Oráculo manual y arte de prudencia

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12 ideas fundamentales
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¿De qué se trata?

Elementos como la profesión, el éxito, las relaciones, ya eran importantes a mediados del siglo XVII, cuando Baltasar Gracián escribió Oráculo manual. Aún hoy, vale la pena leer sus consejos sobre esos temas.


Clásico de la literatura

  • Filosofía
  • Edad moderna temprana

De qué se trata

El arte de sobrevivir en un mundo hostil

El honrado es el tonto; este pensamiento no es nuevo. También el jesuita español Baltasar Gracián, quien vivió en el siglo XVII, mantuvo estrechas relaciones con la alta sociedad y presenció las intrigas de los ricos y poderosos, llegó a esta conclusión: con honradez y bondad no se llega muy lejos; el que quiere triunfar, necesita relaciones, debe poder fingir y debe adivinar las maquinaciones de su prójimo. Pero al mismo tiempo, Gracián sabe que el éxito no constituye una vida significativa; a esa pertenecen también aspectos como la sabiduría, el sosiego y la madurez personal. En su escrito Oráculo manual y arte de prudencia, Gracián intenta mostrar un término medio entre el anhelo de una vida significativa y dichosa y la necesidad de tener éxito y afirmarse en un mundo lleno de intrigas. Muchos de sus 300 precisos consejos resultan sorprendentemente modernos: pensar positivamente, utilizar las propias capacidades, construir relaciones, distribuir bien el tiempo. Estos consejos también podrían provenir de textos normativos de nuestra época. La obra de Gracián está lejos de ser anticuada, pues tiene mucho que decirle al lector actual.

Ideas fundamentales

  • Oráculo manual y arte de prudencia es una colección de máximas del siglo XVII del jesuita español Baltasar Gracián.
  • Arthur Schopenhauer tradujo esta obra al alemán.
  • En el centro del texto está la pregunta de cómo se puede vivir de manera exitosa y feliz en el mundo.
  • El éxito no depende solo del logro, sino principalmente de las relaciones.
  • Por eso, es importante obtener prestigio y cuidar las relaciones.
  • Las amistades buenas y numerosas también forman parte de una vida plena.
  • Hay que evitar lo más posible las riñas y los conflictos para no hacerse de enemigos.
  • Para ser feliz, también se necesita talento, decir no y apartarse de los demás.
  • Toda persona debe intentar, en su contexto, aspirar a la perfección.
  • La sabiduría y la madurez personal forman parte de la perfección.
  • A menudo la suerte llega, pero también hay que saber aprovechar y utilizarla.
  • Muchos de los pensamientos de Gracián siguen siendo válidos, independientemente de la época, y se anticipan a los conocimientos de la psicología moderna.

Resumen

El camino al éxito

Un requisito importante para lograr el éxito es utilizar los propios talentos. Quien desee tener éxito no debe esforzarse por algo que no le interese, sino, por el contrario, desarrollar y utilizar sus capacidades individuales. Tampoco se debe perder el tiempo en cosas sin importancia, sino que hay que concentrarse en lo esencial. Lo que es importante en la vida y lo que se quiere alcanzar a toda costa se debe emprender lo antes posible y no dejarlo para más tarde. Algunas personas son muy activas y empiezan muchas cosas, pero nunca las terminan; por consiguiente, tampoco tienen éxito. Para el éxito, en realidad, no es determinante que se realice algo o que se resuelva todo según lo proscrito, sino solo que se alcance la meta. Por consiguiente, debe ante todo aspirarse a alcanzar un buen fin. Solo puede ser exitoso quien sabe ayudarse a sí mismo y no depende del apoyo de otro. Sin embargo, en empresas difíciles, es mejor no actuar solo. Como para dos todo resulta más fácil, cuando algo sale mal, es necesario no soportar solos el fracaso. Quien, por el contrario, quiere hacer todo solo para tener el mérito únicamente para sí, también tiene que superar el fracaso solo. Saber pedir consejo no es un signo de debilidad, sino de sabiduría.

“Todo está ya en su punto, y el ser persona en el mayor””.

Es mejor emprender las cosas fáciles como si fueran difíciles, y las difíciles como si fueran fáciles. Quien se atiene a esta regla, no será negligente en las tareas fáciles y no temerá a las difíciles. También debe dejarse siempre abierta la posibilidad de intentar algo varias veces. Nadie está a salvo del fracaso y mucho menos cuando es la primera vez que hace algo. Quien no esté seguro de lograr su propósito, mejor debería dejarlo de inmediato: si él mismo lo duda, tampoco lo hará. Después de todo, el ánimo es uno de los requisitos más importantes para el éxito, así como los conocimientos.

“Hay mucho que saber y es poco el vivirlo, y no se vive si no se sabe””.

Quien quiere ser famoso, debe asumir un cargo respetado. Sin embargo, resulta peligroso si el antecesor hizo muy buen trabajo, ya que entonces, el sucesor puede tener solo malos resultados y no le será fácil consolidarse. Además, hay que tener cuidado en situaciones de competencia, ya que pueden dañar considerablemente la buena reputación. Una persona inteligente hace ella misma el trabajo que le brinda reputación y delega en otro todos aquellos que la pueden perjudicar. La mayoría de las veces, las metas se logran si es posible explicarle al enemigo que también puede sacar provecho. Al mismo tiempo, hay que mantenerse atento de que otro no se aproveche de las metas de uno. Que alguien tenga éxito o no también depende de la época en la que se viva: a veces, los tiempos sencillamente no están lo bastante maduros y algunas personas tienen que esperar mucho para tener éxito. A algunos les hace falta, además, una determinada cualidad para el éxito, por ejemplo, amabilidad o dinamismo. La persona que está consciente de sus debilidades puede luchar contra esa deficiencia.

“No ha de ser tan de todos que no sea de sí mismo””.

Con las malas decisiones y las tonterías pasa lo mismo que con las mentiras: rápidamente una sucede a la otra. Por eso, se debe intentar compensar un error y tener cuidado de no cometer otro aún mayor. Seguir un camino equivocado, a pesar de haberlo reconocido como tal, no muestra fuerza de carácter sino estupidez. Una persona exitosa nunca echa las campanas al vuelo por sus faltas, sino que las oculta y probablemente pronto ella misma las olvide para ya no seguir agobiándose con ellas. La crítica nunca debe tomarse muy a pecho, ya que es bien sabido que las personas siempre tienen diferentes opiniones y, por tanto, el rechazo, en cierta medida, es inevitable. Además, la crítica también tiene su lado positivo: lo que gusta a todos no puede ser excelente. La opinión de los especialistas es importante, no la de las masas.

La reputación y la popularidad

Sin embargo, en todas estas condiciones para el éxito, se debe llegar a otra cosa: un alto prestigio con otras personas. Nunca podemos darnos a nosotros mismos el éxito y la popularidad, siempre los recibimos de otras personas. Por eso las buenas relaciones son tan importantes, sobre todo con personalidades de alto rango. Quien desee ser estimado no debe ponerse en contra de la opinión predominante ni mostrar una conducta demasiado rara, pues corre el riesgo de sufrir la exclusión social. También el quisquilloso se perjudica principalmente a sí mismo.

“Muchos, por faltos de sentido, no lo pierden””.

Es importante poder adaptarse al prójimo. No debemos hostigar a nadie ni ser pesados, eso arruina todas las relaciones. Las relaciones interpersonales no ocurren totalmente sin ajustes, pero tampoco debemos exagerar, si no, dejamos una impresión negativa. En general, la primera impresión es decisiva. Por eso debemos tener cuidado de no despertar de antemano grandes expectativas que después no se puedan satisfacer. Que lo contrario sea cierto y la primera impresión personal sea positiva es mejor que la expectativa. Todo se juzga en primer lugar por la apariencia externa. Por ello, para el éxito no basta conseguir un resultado; también se debe poder destacarlo a fin de que se pueda observar. Sin embargo, aquí se requiere tacto para no exagerar. Precisamente quien todavía está al inicio de su carrera profesional no debe tener una alta opinión de sí mismo, pues de no ser así, la realidad le dará rápidamente un escarmiento. Quien quiera tener una alta reputación debe siempre mantener la distancia, no mostrar muchas debilidades humanas y rodearse en lo posible de un aura de misterio, ya que la gente respeta, en general, lo que no entiende.

La amistad

La amistad es muy importante en la vida; sin esta, ninguna persona puede existir. Además, las personas con las que tratamos influyen en nuestra personalidad. Por ello es importante elegir muy bien a nuestros amigos. Las personas con las que nos juntamos deben tener cualidades que nos falten a nosotros, ya que así podemos perfeccionarnos. Debemos aprender algo de nuestros amigos. No obstante, esto no debe llevarse tan lejos que escojamos amigos que nos dejen en la sombra. Si es posible, nunca se debe romper con un amigo, ya que los examigos constituyen los peores enemigos. Cuando queremos dar por terminada una amistad, siempre es preferible una retirada cautelosa que un conflicto. También hay que estar conscientes de que una amistad –así como una enemistad– no necesariamente debe durar por siempre. Por esa razón, nunca debemos abrirnos totalmente a los amigos, pues podrían aprovecharse de lo que saben si llegan a convertirse en nuestros enemigos. Por el contrario, nunca debemos cerrarnos por completo a los enemigos para que siempre exista la posibilidad de una reconciliación.

Los conflictos y la amistad

Es aconsejable evitar las imputaciones y el enojo, así como no asumir como propias las de otras personas. No debemos alterarnos por los conflictos que no nos conciernen. Los comportamientos agresivos causan, en general, daños considerables. Una sola palabra irreflexiva destruye mucho y genera daños irreversibles.

“La mitad del mundo se está riendo de la otra mitad, con necedad de todos””.

Tampoco es deseable la docilidad ilimitada. Quien por una gran bondad no se puede enojar no es bueno, sino insensible. No obstante, es importante controlar los arrebatos. El que siente que se enfurece, debe hacerse consciente rápidamente de ello y después decidir qué tan lejos quiere llegar. No es bueno actuar desde la emoción, porque después no se puede tomar una decisión razonable.

“Las cosas no pasan por lo que son, sino por lo que parecen””.

No siempre es posible evitar la compañía de personas que tienen mal carácter. En tal caso, resulta útil acostumbrarse a ese carácter de la misma manera que nos acostumbramos a un rostro feo. Todos creen que tienen la razón y pueden aducir muchos argumentos a favor de su opinión y, aun así, existen muchas opiniones diferentes. Los conflictos se eluden mejor cuando se adopta la perspectiva del contrario y se intenta comprender sus razones. La protesta y la tozudez llevan fácilmente a la disputa. Quien se aferra obstinadamente a su opinión hace el ridículo. Por ello, también es sabio poder transigir, incluso si se tiene la razón. Actúa irreflexivamente quien pelea en el lado más débil de una disputa y recurre a malos argumentos solo para contradecir a su adversario.

“No se ha de aguardar el discurrir para el ahogo, y ha de ir de antemano””.

Una riña también puede desencadenarse por bromas intrascendentes si los afectados no las soportan. Por ello, es aconsejable resistir las bromas y no burlarse de nadie. También debemos manejar con prudencia la verdad y no decírsela con dureza a la cara a otra persona. A pesar de todas las precauciones, nunca se puede evitar del todo que otras personas se vuelvan nuestros adversarios. En este caso, debemos tener cuidado de seguir siendo rectos a pesar de todo y no pelear con medios deshonestos. Se afecta profundamente a un enemigo si este no encuentra atención. Para vencer a los enemigos, solo debemos preocuparnos de que nosotros mismos seamos exitosos y dichosos; eso es para ellos el peor castigo.

La autoprotección en las relaciones con otros

En las relaciones con otras personas, es importante establecer límites y protegernos a nosotros mismos. No es bueno que alguien viva solo para sí mismo, pero tampoco nadie puede vivir solamente para apoyar a los demás. Es importante desarrollar la capacidad de saber decir no; de lo contrario, pronto seremos explotados y perderemos nuestro tiempo con cosas sin importancia.

“No hay desierto como vivir sin amigos””.

Las deudas, que se consideran cuestiones de honor, deben evitarse en lo posible, ya que una vez que se asumen, resulta difícil deshacerse de ellas. Toda relación, aun la más estrecha, tiene sus límites y ningún amigo necesita conocer todos nuestros pensamientos. En general, la reputación resulta perjudicada cuando hay demasiada intimidad con otras personas. Para protegernos a nosotros mismos, no debemos mostrar dónde somos vulnerables, porque precisamente ahí nos atacarán. También se puede atacar fácilmente a las personas que siempre reaccionan de la misma manera, ya que, por consiguiente, es fácil adivinar sus intenciones. Un buen conocimiento de la naturaleza humana es de gran importancia. Para investigar a otros, la oposición es un buen medio: quien encuentra oposición, se irrita y revela rápidamente información que, en realidad, quería ocultar.

“No ser tenido por hombre de artificio. Aunque ya no se pueda vivir sin él””.

No hay que mezclarse en absoluto con personas tontas o infelices, porque es peligroso: el que es desgraciado, arrastra fácilmente a otros. Igualmente riesgoso es relacionarse con alguien que no tiene nada que perder.

El desarrollo de la personalidad

Nuestra meta debe ser la perfección. Para lograrla, debemos conocer nuestras debilidades y trabajar en ellas: una vez que se tiene consciencia de estas, también podemos superarlas pronto. Debemos aspirar a no llevar una vida superficial, a ser personas profundas. Todas las exageraciones son tontas y perjudiciales, por eso, un objetivo importante es la moderación en todas las cosas. Con frecuencia, las circunstancias de la vida no se pueden cambiar; es afortunado quien puede adaptar sus planes a las circunstancias, en lugar de aferrarse a sus metas originales y fracasar.

“Cuando no se puede alcanzar la cosa, entra el desprecio””.

Debemos proteger siempre la propia libertad y no depender de nadie. Poder olvidar es útil, pero la mayoría de las veces, la memoria funciona a la inversa y, de esa manera, precisamente lo que más nos gustaría olvidar es lo que ya no podemos quitarnos de la cabeza. Todas las cosas tienen un lado positivo y uno negativo y, si se da el caso de que estemos viendo el lado positivo, en lo posible no debemos tomar decisiones espontáneas, sino que es mejor pensarlo dos veces. Asimismo, es importante escuchar la voz de nuestro propio corazón, ella puede advertirnos con anticipación de errores y desgracias.

La suerte y la desgracia

La suerte no es estable. Por eso debemos actuar cuando sentimos que la suerte nos favorece. A la vez, no debemos confiarnos ilimitadamente, sino tomar precauciones a tiempo, por ejemplo, ganar amigos en una fase afortunada que después nos apoyen en la desgracia. Asimismo, es conveniente luchar incluso contra las pequeñas desgracias. No obstante, la suerte no es solo pura casualidad, sino también una consecuencia de la prudencia y la virtud.

“En todo hay convenientes e inconvenientes: la destreza está en saber topar con la comodidad””.

Además, la suerte está estrechamente relacionada con la capacidad imaginativa, ya que lo que se imaginan las personas es para ellas una realidad. Por eso es importante mantener nuestra capacidad imaginativa bajo control; después, cuando sea necesario, podemos utilizarla para lograr nuestras metas. Quien quiera ser afortunado, debe seguir su suerte: hacer eso en lo que es exitoso y quedarse ahí donde le gusta que lo vean. La santidad, la salud y la sabiduría nos hacen felices; a ellas deben aspirar las personas en su vida.

Acerca del texto

Estructura y estilo

Oráculo manual y arte de prudencia de Baltasar Gracián se compone de 300 párrafos numerados, cada uno de aproximadamente un tercio de página de extensión. Cada párrafo está encabezado por una máxima o norma de actuación (por ejemplo, “Bástese a sí mismo el sabio”); esta reflexión se desarrolla en el párrafo. Estas instrucciones vuelven siempre sobre los mismos temas –éxito, suerte, relaciones, comportamiento correcto–; sin embargo, se suceden sin algún orden interno. Solo el primero y el último párrafo constituyen una especie de marco para toda la obra. Ahí resume Gracián la intención de su escrito: ofrecer ayuda vital en el punto de discrepancia entre el afán de santidad y la necesidad para afirmarse en el mundo.

Gracián anima al lector a la reflexión, y no solo con sus mensajes sino también con su estilo. El jesuita domina con maestría el manejo del lenguaje, y sus pensamientos, a menudo en forma de aforismos, van directo al grano. No obstante, su lenguaje es muy plástico, lleno de juegos de palabras y a menudo tan codificado y ambiguo que el significado no se infiere sino hasta la segunda o tercera lectura. Este estilo, así como las alusiones a personajes de la mitología griega o de los textos bíblicos pueden hacer que la lectura resulte algo difícil para el lector contemporáneo.

Enfoques interpretativos

  • Gracián escribe en el contexto del ostentoso mundo de la nobleza española durante el periodo barroco del siglo XVII. Es un mundo que depende ante todo del esplendor exterior y se caracteriza por el engaño, las intrigas y la traición. En esta situación, Gracián quiere proporcionarles ayuda vital a sus lectores y mostrarles cómo pueden afirmarse en estas difíciles condiciones sin convertirse en oportunistas sin escrúpulos.
  • Gracián presenta una visión del mundo negativa: el mundo es malo y quien quiera sobrevivir en él debe poder protegerse a sí mismo y fingir. Sin embargo, Gracián no es del todo fatalista, sino que busca soluciones activamente.
  • Aunque el texto fue escrito por un jesuita, casi no contiene referencias religiosas y no está orientado a los conceptos morales cristianos.
  • La obra muestra un profundo conocimiento de la naturaleza humana y despliega una amplia sabiduría de la vida; incluso anticipa algunos conocimientos de la psicología moderna. Los objetivos de vida fundamentales para Gracián son el éxito y la popularidad, pero también la madurez, el equilibrio y la sabiduría personales. Al mismo tiempo, no se arredra ante el oportunismo puro; en este sentido, algunas de sus normas de conducta pueden leerse como estrategias para el éxito para los gerentes de la actualidad.
  • Algunos consejos podrían parecer contradictorios a primera vista. Pero en ellos se muestra precisamente un deseo básico del autor: Gracián quería encontrar el término medio en todo y animar al lector a no aferrarse inflexiblemente a normas específicas, sino a que actuara en concordancia con cada situación.

Antecedentes históricos

Los jesuitas en España

El aristócrata español Ignacio de Loyola fundó la orden de los jesuitas en el año 1534. En la época de la Reforma y la escisión de la fe, la orden fue un importante instrumento de la Contrarreforma católica. Sus miembros estaban directamente bajo el mando del papa y le debían obediencia. Entre sus principales deberes figuraban las misiones a escala mundial; muchos jesuitas se fueron como misioneros a Asia y América. Al mismo tiempo, dado que eran apreciados como educadores, muchos trabajaban en las cortes reales y eran los confesores de nobles influyentes.

A finales del siglo XIV, la decadencia de la potencia mundial española se perfilaba lentamente. El antiguo imperio del emperador Carlos V se veía amenazado, bajo sus sucesores, por crisis internas y externas: aspiraciones de independencia y apostasía de las provincias, guerras y problemas económicos. Una actitud derrochadora de la corte, una Inquisición cruel y un estricto control de la economía debilitaron al país. La injerencia en la Guerra de los Treinta Años fue una carga mucho mayor. La decadencia política y económica se acompañó con una moral disminuida, la vida de la corte estaba cada vez más marcada por las luchas de poder y las intrigas.

En esa época, también los jesuitas estaban expuestos a ataques progresivos: sus extensos contactos con personalidades influyentes despertaban la desconfianza; su estrecha relación con el papa creó un medio de cultivo para teorías de conspiración. Además, las potencias coloniales, a las cuales también pertenecía España, consideraron las actividades crecientes de los misioneros como competencia para sus propias aspiraciones de expansión. Ya en la época de Gracián, los jesuitas estaban bajo considerable presión en España y en otros países. Esta se intensificó en el siglo XVIII hasta convertirse en una persecución abierta y culminó finalmente en la prohibición de la orden en varios países.

Origen

Durante el Renacimiento y el Barroco los libros sobre el estilo de vida y el arte de vivir estuvieron en boga. Entre ellos se cuentan obras de Erasmo de Rotterdam, Nicolás Maquiavelo o La Rochefoucauld.

También algunas publicaciones anteriores del propio Baltasar Gracián pertenecen a esa categoría, como El Héroe (1637) y El Discreto (1646) en los que describe a personajes positivos. Muchos de los pensamientos de Oráculo manual y arte de prudencia ya se encuentran en esas obras, pero en Oráculo están formulados de manera más concisa. La forma de la obra, la sucesión de los aforismos y máximas recuerdan el libro bíblico de la sabiduría de Salomón, que seguramente Gracián conocía bien.

Cuando apareció Oráculo manual en 1647, no se mencionaba el nombre del autor, sino que se ocultaba bajo el sinónimo de Lorenzo Gracián. Además, en la página del título se menciona al amigo y editor de Gracián, Vincencio Juan de Lastanosa, como el editor. Baltasar Gracián tenía toda la razón para ocultar, en lo posible, su autoría y esconderse detrás del influyente Lastanosa: puesto que la obra no corresponde de ninguna manera a la ética eclesiástica, temía conflictos con su orden; además, contaría con una reacción negativa del público si se sabía que el autor pertenecía a la orden jesuita.

Historia de su trascendencia

El Oráculo manual de Gracián encontró numerosos lectores poco después de su publicación. La obra tuvo gran influencia en los moralistas franceses de los siglos XVII y XVIII, como La Rochefoucauld, La Bruyère, Montaigne, Pascal y La Fontaine, entre otros. Ya desde esa época se difundió por toda Europa y se tradujo a varios idiomas. Como consecuencia de la Ilustración y de la Revolución Francesa, la obra pasó de moda; en la lucha por la democracia, la literatura cortesana dejó de ser actual.

Así, el Oráculo manual cayó en el olvido hasta el año 1832, cuando el filósofo alemán Arthur Schopenhauer volvió a traducir la obra. Se dice que aprendió español especialmente para este fin. Sin embargo, no encontró un editor para el libro. No fue sino hasta 1862, 30 años después de terminada la traducción y dos años después de la muerte de Schopenhauer, cuando el texto se publicó. En la filosofía pesimista de Schopenhauer, se reconoce claramente la influencia de Gracián. Friedrich Nietzsche también valoró el Oráculo manual.

Sobre el autor

Baltasar Gracián y Morales nació el 8 de enero de 1601 en Belmonte de Catalayud. A la edad de 18 años ingresó como novicio en la orden de los jesuitas y en 1635 hizo sus votos. Trabajó como predicador y maestro, entre otros lugares, en Zaragoza, Tarragona, Valencia y Madrid. Aproximadamente desde 1625 entabló amistad con el aristócrata adinerado y amante del arte Vincencio Juan de Lastanosa, quien lo animó a escribir y editó sus obras. Junto a descripciones de personajes como El Héroe (1637) y El Discreto (1646), Gracián escribió un tratado sobre arte del estilo. Sin embargo, su novela satírica de crítica social, El Criticón, que se publicó en tres tomos en 1651, 1653 y 1657, se considera su obra maestra. Irónicamente, esta novela, que recibió reconocimiento después de la muerte de Gracián, en vida le aportó muchos disgustos al autor. Gracián se metió en problemas con el superior de su orden y le prohibieron escribir, lo que nunca acató. A continuación, perdió su puesto de docente y estuvo temporalmente bajo arresto. Poco antes de su muerte, se reconcilió con la dirección de su orden. Gracián publicó todas sus obras con temática mundana bajo un pseudónimo. Resulta interesante que el jesuita escribió una sola obra religiosa y únicamente para cumplir un voto: el libro de meditación El Comulgatorio, que se publicó en 1655 y que todavía se usaba en el siglo XIX. Fue la única obra publicada con el nombre del autor. A excepción de esta obra, en los libros de Gracián se encuentran pocas referencias al cristianismo. A través de su experiencia con la sociedad cortesana, presenta, en general, un punto de vista más bien negativo del mundo y de las personas, el cual también encuentra su expresión en las normas de vida del Oráculo manual. Gracián murió el 6 de diciembre de 1658 en Zaragoza.


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