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Wallenstein

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Wallenstein

Un poema dramático

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12 ideas fundamentales
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¿De qué se trata?

El gran drama histórico de Schiller, Wallenstein, es una obra maestra del clasicismo de Weimar que por su aguda crítica a la milicia, resulta hoy tan actual como entonces.


Clásico de la literatura

  • Drama
  • Clasicismo de Weimar

De qué se trata

El drama histórico alemán por excelencia

Pasaron varios meses entre los estrenos individuales de la trilogía de Wallenstein, pero el público de Weimar estaba entusiasmado. Schiller había creado algo único en su forma. El modelo de su drama histórico fue la personalidad histórica de Albrecht von Wallenstein, un general de Bohemia que fue asesinado en 1634 por orden del emperador austriaco. Con gran libertad poética, Schiller describe cómo una siniestra red de intrigas se cierra en torno a su héroe. Indeciso, creyente de la astrología, cegado por el ansia de poder y los falsos amigos, Wallenstein se encamina a su ruina. La cautivadora e intrigante obra fascina por el carácter ambivalente del protagonista, desgarrado por las debilidades humanas, afligido por el conflicto de conciencia entre el cumplimiento del deber y la rebelión, el punto crítico entre el destino y el acto intrépido. Pero Wallenstein también es un alegato contra la dinámica propia de la guerra: en el momento de la historia, la Guerra de los Treinta Años ya lleva 16 años causando estragos. Los civiles se mueren de hambre frente a los ojos de los saqueadores mercenarios que disfrutan de la vida, y el final no se ve cercano. En palabras de uno de los protagonistas de Schiller: “La guerra alimenta a la guerra”. En este sentido, Wallenstein es tan actual hoy como lo fue hace 200 años.

Ideas fundamentales

  • La trilogía Wallenstein es una obra maestra del clasicismo de Weimar. Con ella, Friedrich Schiller llevó a la perfección el género del drama histórico.
  • La acción transcurre durante la Guerra de los Treinta Años. En el centro de los acontecimientos se encuentra el histórico general Wallenstein.
  • La comedia en un acto El campamento de Wallenstein describe el conflicto dramático desde la perspectiva de simples campesinos y mercenarios.
  • Los cinco actos siguientes, Los Piccolomini y La muerte de Wallenstein, hablan del caso del general imperial en Bohemia.
  • Wallenstein, el mariscal de campo del emperador de Austria, se ha vuelto demasiado poderoso junto con su ejército y el emperador trata de debilitarlo.
  • Herido en su vanidad, Wallenstein lleva a cabo negociaciones secretas con los enemigos del emperador, los suecos.
  • Al principio evita la alta traición, pero luego se siente forzado a ella debido a circunstancias externas.
  • Una red de intrigas a su alrededor provoca que gran parte de su ejército lo abandone.
  • Wallenstein huye de Pilsen a Eger, donde es asesinado por un falso amigo.
  • El segundo protagonista del drama, Max Piccolomini, un idealista y partidario de Wallenstein, muere en una batalla perdida contra los suecos.
  • Thekla, la hija de Wallenstein y amada de Max, se suicida en la tumba de este último.
  • Los personajes de ficción Max y Thekla son los verdaderos héroes de Schiller. Su amor representa los ideales clásicos de la verdad, la belleza y el bien.

Resumen

El prólogo de El campamento de Wallenstein

El escenario es la ciudad de Pilsen en Bohemia. Es el invierno de 1634 en medio de la Guerra de los Treinta Años. Miles de mercenarios bajo el mando del mariscal imperial, el príncipe Wallenstein, han instalado aquí su campamento. Un campesino y su hijo se quejan del vandalismo y la vida parasitaria de los soldados y deciden sacarles algo de dinero y los retan a jugar con dados marcados. Cuando se descubre el engaño, el campesino apenas logra escapar de la muerte en la horca.

“Lo que no está prohibido está permitido””. (–Primer cazador)

La mayoría de los mercenarios que Wallenstein ha reclutado de toda Europa están evidentemente embrutecidos. No reconocen amigos ni patria y siguen de manera oportunista a quien les prometa la mayor ganancia con el menor esfuerzo.

Mientras tanto, la guerra alimenta a tantas personas que en el campamento a nadie le interesa que llegue su fin. A los mercenarios no les interesa porque les proporciona una vida relativamente despreocupada y, ciertamente, no les interesa a los vendedores ambulantes, porque a menudo los mercenarios tienen que pagarles altas deudas.

“Ante sus prácticas y malvados trucos / el dinero no está a salvo en Truh, / ni el ternero está seguro en la vaca, / tomad además el huevo y el pollo””. (–Capuchino)

Mientras festejan alegremente, aparece un monje capuchino que lanza una condena general en contra de la impiedad de las tropas y de su líder; y en particular, contra el hecho de que Wallenstein hubiera dejado en la estacada a los bávaros durante la lucha contra los suecos y que ahora el bastión católico más importante de Alemania fuera víctima de los invasores protestantes, mientras sus soldados se divierten en las casas de vino de Pilsen.

“¡La resistencia debería vivir!” / “¡Debería haber alimentos!” (–Coracero y cazador)

Cuando el monje llama a Wallenstein invocador del diablo y hereje, los soldados croatas tienen que protegerlo de las espadas de los fieles seguidores de Wallenstein. Poco después se produce una acalorada discusión sobre el futuro del ejército. Corre el rumor de que el emperador Fernando de Austria, a cuyo servicio está Wallenstein, quiere enviar parte de las tropas con sus aliados españoles para reforzarlos. La mayoría considera que este plan es una conspiración imperial para dividir a las tropas y debilitar al general, que se ha vuelto demasiado poderoso. Pero los soldados toman partido por Wallenstein y prometen oponerse a la voluntad imperial si es necesario.

El general y el emperador

El estado de ánimo entre los generales también es tenso. Wallenstein convoca a todos los generales de sus tropas en Bohemia e incluso manda llamar a su esposa e hija de Carintia. En el ayuntamiento de Pilsen, Questenberg, el enviado del emperador, comprueba consternado que los oficiales se comportan de manera más rebelde de lo que se temía. El mariscal de campo Illo, el general croata Isolani, así como Buttler, jefe de uno de los regimientos de dragones, rechazan con arrogancia las advertencias de Questenberg de que la presión sobre la población civil debe terminar. Un campesino más o un campesino menos, qué más da. Finalmente anuncian que seguirán a su general incluso en contra del emperador.

“La guerra alimenta a la guerra. Que se vayan los campesinos, / así el emperador gana más soldados””. (–Isolani)

Wallenstein ya ha desobedecido varias órdenes imperiales. Considera la orden dada por Questenberg de renunciar a una parte del enorme ejército como una pérdida de poder. Al principio, da la impresión de querer abandonar del todo el mando de las tropas en estas circunstancias. Sin embargo, en secreto negocia con los suecos, los adversarios del emperador, y considera cometer alta traición. Su cuñado, el conde Terzky, e Illo lo instan a hacerlo, pero Wallenstein titubea. Una y otra vez lo vencen los escrúpulos, y los hace esperar con el pretexto de primero tener que consultar al oráculo de las estrellas.

Confiar en las personas equivocadas

Lo que Wallenstein no sospecha es que su mejor amigo y sustituto, el teniente general Octavio Piccolomini, lleva a cabo un doble juego. Es espía del emperador y ha recibido de este la autoridad para reemplazar a Wallenstein en caso de una traición abierta. Octavio está seguro de la confianza ciega de Wallenstein, ya que le salvó la vida en la batalla de Lützener. Se siente moralmente autorizado a violar esa confianza y justifica sus acciones con el sentido del deber y el juramento de lealtad al emperador. En cambio, un conflicto serio se desata con su hijo, Max Piccolomini, un ardiente idealista que adora a Wallenstein, a quien incluso ve como un verdadero príncipe de la paz, y quien, además, está enamorado de su hija Thekla.

Pasión sin esperanza

Thekla ya sospecha que su amor por Max no cuenta con buenos auspicios. Teme que abusen de Max con fines siniestros. De hecho, la condesa Terzky está tejiendo secretamente sus hilos para utilizar a Max, que es muy respetado por sus tropas, para los fines de Wallenstein. La condesa le pide a Thekla que la ayude, pero Thekla no acepta participar en la intriga y anuncia que, en caso necesario, tiene la intención de luchar por su amor aun en contra de la voluntad de su padre.

Juramento de lealtad con astucia

Mientras tanto, el conde Terzky e Illo organizan un lujoso festín con los oficiales. Les exigen una confirmación por escrito de que reconocen a Wallenstein como su único señor. Para estar seguro, el astuto Illo inserta en la declaración leída en la mesa una cláusula que restringe el juramento de lealtad mediante el último juramento válido hecho al emperador, pero el agregado se elimina del texto mostrado a los oficiales para su firma. El engaño parece funcionar al principio. Todos los presentes firman la nueva declaración de obediencia. Solo Max quiere aplazar la firma para el día siguiente. Embriagado, Illo se enfada tanto por eso que divulga la estratagema ante la sociedad reunida y amenaza a Max con su espada.

Caen las máscaras

Después del festín, Octavio se confía a su hijo e intenta ganarlo para su causa y la causa del emperador. Reitera que Wallenstein no debe ser castigado solo por la traición. Todavía conservaba la expectativa de una vejez tranquila en medio de sus numerosas posesiones si así lo deseaba. Max está horrorizado y decepcionado de que su padre haya abusado tanto de la confianza de su amigo y se niega a creer las acusaciones. Ni siquiera la noticia de que el negociador de Wallenstein fue aprehendido camino a Suecia puede convencerlo. Supone que todo esto sucedió a espaldas del acusado injustamente. Max quiere hablar personalmente con él para que la verdad salga a la luz.

En las estrellas

Wallenstein consulta a las estrellas con su astrólogo Seni, y parece que le son favorables, cuando irrumpe Terzky con la noticia de que su negociador ha sido atrapado y llevado a Viena. Junto con Illo insta a Wallenstein a actuar mientras las tropas lo apoyen. Pero el príncipe aun duda. Ahora que su audaz juego de ideas ha sido superado por los hechos, la perspectiva de derrocar el viejo orden lo asusta. Un encuentro con Wrangler, el negociador de Suecia, lo confirma, porque este aprovecha la situación de Wallenstein y exige la ciudad de Eger, así como el casco antiguo de Praga, para los suecos. El príncipe se niega al principio, en parte porque esperaba que la alianza con los suecos le daría la corona real de Bohemia. Al final, la condesa Terzky logra persuadir a Wallenstein. Hábilmente, adula su vanidad e interpreta la traición como pura defensa propia.

La traición detrás de la traición

Wallenstein pasa por alto las advertencias de Terzky e Illos y le otorga a Octavio un importante comando militar para la ejecución de sus planes. Poco después aparece Max, que reconoce ahora a regañadientes las verdaderas intenciones del príncipe. Desesperadamente apela en vano a su virtud, a su fe en la verdad y el bien. Wallenstein replica fríamente que el idealismo y la moralidad no llenan y que a veces hay que aliarse con las fuerzas oscuras para lograr nuestros objetivos.

“Aquí ya no hay emperador. ¡El príncipe es el emperador!” (–Questenberg)

Antes de su partida, Octavio recibe en sus habitaciones primero a Isolani y después a Buttler para ponerlos del lado de los fieles al emperador. El oportunista Isolani rápidamente cambia su parecer y promete abandonar el campamento con sus soldados esa misma noche. Inicialmente, Buttler se mantiene obstinadamente fiel a Wallenstein, pero cuando Octavio le muestra documentos según los cuales Wallenstein habría intrigado contra el nombramiento de Buttler como conde, este queda profundamente consternado y jura una venganza sangrienta. Finalmente, Octavio intenta persuadir a su hijo para que huya, pero Max no puede perdonarle su falsedad. Solo el amor por Thekla le da sentido a su vida y no quiere irse sin despedirse de ella.

Las tropas abandonan al general

La condesa Terzky habla nuevamente con Thekla para que convenza a Max de trabajar para Wallenstein. Thekla está indignada y desolada por eso. Cuando su padre se entera del amor entre Thekla y Max, descarta con arrogancia cualquier posibilidad de matrimonio: solo un rey podría ser considerado como su yerno. Pero los hechos desnudos rápidamente lo arrancan de sueños vanos. Las tropas de Isolani han desaparecido y, con ellas, muchos de sus oficiales. Finalmente, también se descubre el juego furtivo de Octavio. Wallenstein debe darse cuenta dolorosamente de que las estrellas lo engañaron en ese punto, pero él sabe muy bien su papel: los signos de las estrellas solo captan convicciones honestas y no infamias antinaturales como las de Octavio. Para recobrar el ánimo, Wallenstein se arroja a los brazos del único jefe de tropa que todavía parece apoyarlo: Buttler. Cuando una legación de coraceros, los llamados “gente de cartón”, del regimiento de Max Piccolomini acuden a él para rebatir los rumores que corren por el campamento sobre su traición al emperador, casi se los gana para su causa con mucho encanto. Afirma que negocia con los suecos solo en apariencia. Pero cuando Buttler informa que los soldados de Terzky ya arrancan el escudo de armas imperial de las banderas, la gente de cartón, leal al emperador, se da la vuelta sin decir palabra y se va.

“¡Oh, hermoso día! Cuando finalmente el soldado / vuelva a la vida, a la humanidad, / para el alegre tren las banderas se despliegan / y a casa se dirige la dulce marcha de la paz””. (–Max Piccolomini)

Ahora entra Max y le confiesa a Wallenstein su amor por Thekla. Al principio, Wallenstein se muestra frío y desdeñoso, pero luego cambia su táctica y le pide a Max que luche por él. De repente, los soldados de Max asaltan la casa al creer que su líder ha sido tomado como rehén. En medio del tumulto, el joven, desgarrado por dentro, le pide a Thekla que deje que su corazón se decida por él. Para horror de la familia reunida, ella le aconseja que siga su conciencia y su sentido del deber hacia el emperador. Ambos se separan sabiendo que su amor en la tierra está perdido.

Entrada en Eger

Mientras tanto, todos los soldados, con excepción de las tropas de Terzky, han abandonado a Wallenstein, que huye con su familia a Eger, donde espera la llegada del ejército sueco. Pero aquí Buttler ya está preparando su asesinato. Está decidido a entregar vivo o muerto a Wallenstein. Gordon, alcalde de Eger y amigo de juventud del príncipe, trata primero de disuadir a Buttler de su plan, y después de convencer a Wallenstein de cambiar y arrepentirse, sin ningún éxito. La noticia de que Max cayó en una maniobra suicida en la lucha contra los suecos refuerza la convicción de Wallenstein de que ya es demasiado tarde. Ha corrido demasiada sangre. Cuando Thekla se entera del destino de su amado, se dirige a su tumba para unirse a él en la muerte.

El fin de Wallenstein

Cuando suenan trompetas a la distancia, Buttler cree que los suecos se están acercando y decide actuar rápidamente. Primero mata a Terzky e Illo para después entrar violentamente con sus soldados en la habitación de Wallenstein y asesinarlo. Pero Buttler se equivocó: no fueron los suecos, sino Octavio y sus tropas los que llegaron a Eger para evitar lo peor. Octavio está conmocionado por los hechos sangrientos y quiere librarse de toda culpa. Pero el asesino no acepta: después de todo, Octavio emitió el veredicto y él, Buttler, solo lo ejecutó. Al final, aparece la condesa Terzky y acusa a Octavio de tener también a su familia en su conciencia. Ella misma ha tomado veneno porque no quiere sobrevivir a la muerte de su familia. Finalmente, Octavio recibe con una mirada dolorosa el mensaje imperial de que ha sido elevado al rango de príncipe.

Acerca del texto

Estructura y estilo

La trilogía dramática Wallenstein es una obra literaria sin par. La pieza dramática de un acto El campamento de Wallenstein sirve como prólogo para delinear el verdadero conflicto desde la perspectiva de la gente común. El propio Wallenstein, los Piccolomini, padre e hijo, y los otros personajes principales ni siquiera aparecen en este texto. A través de la forma rimada de los versos ramplones, el lenguaje vulgar y popular y la trama burlesca, la obra tiene casi el carácter de una comedia. La tragedia propiamente dicha consiste en dos piezas de cinco actos que llevan los títulos de Los Piccolomini y La muerte de Wallenstein, cuyos contenidos no están separados uno del otro. Ambas partes están escritas principalmente en verso blanco sin rima con sus cinco yambos (un yambo es una combinación de una sílaba átona seguida de una sílaba tónica, como por ejemplo en la palabra “traición”).

Los actores de teatro se han preguntado una y otra vez dónde se encuentra la parte media de este megadrama, el punto culminante característico de los dramas y el cambio brusco de la acción (clímax y peripecia). Johann Wolfgang von Goethe, contemporáneo y amigo de Schiller, resuelve esto en el monólogo de Wallenstein en la cuarta escena del primer acto de La muerte de Wallenstein, pues es en este punto que el general se da cuenta de que no hay marcha atrás y se ve obligado a ejecutar ahora lo que antes había pensado que solo era algo audaz. El lenguaje de Schiller es vigoroso y dinámico, lleno de poderosas metáforas, imágenes sorprendentes y comparaciones perspicaces. Hacia el final, juega cada vez más con la ironía dramática, es decir, el público sabe más que los personajes. Estos últimos dicen frases cuyo significado más profundo se les escapa, pero no así al público. El lector actual podría tener algunas dificultades para entender conceptos anticuados, así como contextos históricos complejos.

Planteamientos de interpretación

  • El drama ilustra el carácter parasitario de los militares durante la Guerra de los Treinta Años. Con excepción de Max Piccolomini, nadie lucha por los ideales, la religión o la patria, sino por motivos vanos, avaros y oportunistas. Por consiguiente, la paz no tiene ninguna posibilidad.
  • Wallenstein es una figura dividida, en cuyo seno viven varias almas. Es un indeciso vanidoso que confía en los desleales, desconfía de los leales y destruye a quienes lo aman. Solo superficialmente defiende una buena causa, la paz. Secretamente, se ve a sí mismo como el nuevo César. Debido a que trata de obtener poder de maneras retorcidas, fracasa y es golpeado con sus propias armas.
  • Los personajes de ficción Max y Thekla encarnan los ideales clásicos de la belleza, la verdad y el bien. Su aspiración se concentra únicamente en el amor perfecto. Aunque también tienen un final trágico, mueren sin ser culpables.
  • Un motivo central del drama –y de la obra de Schiller en general– es la libertad del hombre para determinar su destino. Wallenstein lo cuestiona con superstición, vacilación y eterna demora.
  • La astrología en la forma de la fe de Wallenstein en las estrellas y el destino es un elemento importante de demora (aplazamiento). No solo son sus adversarios políticos los que lo condenan a la perdición, sino también las estrellas, porque él trata de manipularlas: no quiere escuchar su verdadero mensaje, sino que quiere proyectar sus ilusiones en ellas.

Antecedentes históricos

El drama histórico en el clasicismo alemán

Schiller completó la trilogía Wallenstein en 1799, durante su periodo creativo junto a Johann Wolfgang von Goethe. El periodo que abarca desde 1794 hasta la muerte de Schiller en 1805 se inscribe en la historia literaria como el clasicismo de Weimar. Los ideales del ser humano moral –el bien, la belleza y la verdad– son el núcleo de la estética clásica. Cobraron forma mediante las ideas de la Ilustración, la interioridad del pietismo y el sentimentalismo, así como el desarrollo de fuerzas irracionales en el movimiento conocido como Sturm und Drang. No obstante, los poetas de Weimar cuestionaron los ideales de la Ilustración por lo crueles excesos de la Revolución francesa y se alejaron conscientemente de ellos.

Con Wallenstein, Schiller perfeccionó un nuevo género: el llamado drama histórico. Otras obras conocidas de este tipo son Egmont (1788) de Goethe, El príncipe de Homburg (1810) de Heinrich von Kleist y La muerte de Danton (1835) de Georg Büchner.

Antes de la realización dramática del material de Wallenstein, Schiller se dedicó intensamente a la historia de la Guerra de los Treinta Años. Aunque el autor retoma muchas de las características y aficiones tradicionales del personaje histórico Albrecht Wenzel Eusebius von Waldstein, mejor conocido como Wallenstein, lo trata a él y a los acontecimientos del drama con gran libertad poética, ya que, siguiendo el ideal clásico del arte, su poesía debía trascender el mero tema y mostrar el conflicto atemporal entre la culpa y el destino a través del ejemplo de los protagonistas históricos.

Desde su estreno, el drama ha sido considerado en repetidas ocasiones como una alegoría de Napoleón, pero el ascenso de Napoleón en Europa acababa de comenzar. Un análisis de la cronología histórica, así como de la interpretación del arte de Schiller, que debe estar por encima de la realidad, contradice esta interpretación estrecha.

El origen

Schiller desarrolló el proyecto para el drama Wallenstein a principios de la década de 1790 con su Historia de la Guerra de los Treinta Años. Sin embargo, pocos años después se dedicó a la teoría del teatro y a la filosofía, en particular la de Immanuel Kant, hasta que explotó dramáticamente la ambigua figura del mariscal imperial Wallenstein. En total, Schiller trabajó en la obra ocho años y se peleó más de una vez con su personaje principal. Para el idealista Schiller, el personaje histórico le parecía demasiado vano y pequeño como para convertirlo en un verdadero héroe trágico. En 1796 le escribió a su amigo Goethe que no quería “detener por completo el material verdaderamente ingrato y antipoético”.

De hecho, Wallenstein, que nació en 1583, ha hecho historia como un despiadado usurero de la guerra. Entre otras cosas, es considerado el inventor de la estrategia militar de la tierra arrasada con la que financió sus campañas. Sin embargo, Schiller logró embellecer la verdad histórica poéticamente. Le pide comprensión a su público en el prólogo: “Y ahora, al final serio del siglo / donde incluso la realidad se convierte en poesía, / … / ahora el arte está permitido en su escenario de sombras / también intenta volar más alto, tiene que hacerlo / el escenario de la vida no debe avergonzarlo”. El prólogo termina con la conocida sentencia “La vida es seria, el arte es alegre”.

Historia de la influencia de la obra

Las tres partes del drama se estrenaron en Weimar entre octubre de 1798 y abril de 1799 con un intervalo de más de un trimestre. Wallenstein fue un gran éxito. El 8 de mayo de 1799, Schiller le escribió con orgullo a un amigo que él mismo había “arrastrado consigo a los más insensibles”. Goethe consideraba la obra “tan buena, que, por segunda vez, no hay nada parecido en su género”.

Desde luego, esto no impidió que los intérpretes y directores de teatro acapararan Wallenstein para su propia causa política. En 1859, el movimiento de unificación alemán de mediados del siglo XIX vio en el general Wallenstein a un temprano luchador de su causa. Los nacionalsocialistas lo instrumentalizaron en el sentido de un clasicismo militar. Y en 1959, la trilogía se representó en el Deutsche Theater de Berlín Oriental como una parábola de la Alemania dividida: “Las camarillas reaccionarias y antinacionales han dividido a nuestra patria y se lo merecen”, dijo una crítica del periódico Neues Deutschland. Pero sin importar desde qué punto de vista ideológico se considere la obra, esta sigue siendo un gran desafío tanto para los que hacen teatro como para los espectadores debido a su complejidad y duración. El material histórico según Schiller ha inspirado a muchos otros autores. Las obras más conocidas incluyen la novela Wallenstein (1920) de Alfred Döblins y la aclamada biografía del general escrita por Golo Mann en 1971.

Sobre el autor

Friedrich Schiller nace el 10 de noviembre de 1759 en Marbach am Neckar, hijo de un oficial. Por orden del duque de Wurtemberg Karl Eugene es admitido en la escuela de élite de Stuttgart. A Schiller no le gustaba el adiestramiento militar de este internado, aunque los maestros y la formación profesional eran excelentes. Primero estudia derecho y después medicina, pero la escritura lo atraía con mayor fuerza. Más o menos en secreto, escribe su primer drama, Los bandidos, estrenado en Mannheim en 1782. Cuando cruza las fronteras del país contra la voluntad de Karl Eugene, es castigado con prisión y se le prohíbe escribir. Para huir de la presión, Schiller escapa una vez más para continuar con su trabajo literario. Aparecen los primeros dramas, La conjuración de Fiesco (1783) e Intriga y amor (1784). Bajo constantes dificultades económicas, en 1785 se traslada a Sajonia con su amigo y mecenas Christian Gottfried Körner, donde, entre otras cosas, escribe la Oda a la alegría, conocida en la versión musical de Beethoven, así como Don Carlos (1787). Gracias a su afamado estudio Historia de la disminución de los Países Bajos Unidos, Goethe lo postula en 1788 para el Departamento de Historia en Jena. Aquí Schiller redacta sus escritos estéticos e históricos y se casa con Charlotte von Lengefeld. Después de mudarse a Weimar en 1799, Schiller entabla amistad con Goethe. Eso tiene como resultado una de las amistades entre poetas más fructíferas de todos los tiempos. En la cercanía de Goethe, Schiller termina su primer drama histórico clásico, la trilogía Wallenstein, al que le siguen María Estuardo y La virgen de Orleans (ambas en 1801), La novia de Messina (1803) y Guillermo Tell (1804), así como una extensa obra lírica. En 1802 recibe el título nobiliario. Su precaria condición física lo obliga a estar repetidamente en cama. Schiller muere en Weimar el 9 de mayo de 1805.


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